Màxim Huerta, el ministro de Cultura y Deporte va a dar mucho de sí. Dicen que no fue la primera, ni la segunda, ni la tercera elección de Pedro Sánchez pero parece ser que Serrat, o Banderas dijeron que no al presidente. El caso es que al final quien salió ganando fue Ana Rosa Quintana, que ayer presumía de haber colocado a un ministro en el Gobierno socialista, con mayoría de Mediaset, subrayó la presentadora como quien exhibe el share de la audiencia. Es verdad que Huerta escribe, y además presenta programas de televisión, y grita; y tiene experiencia en eso que ahora llaman tertulias televisivas y antes eran broncas de bar. Con ese bagaje resulta extraño que no le hayan encargado ser portavoz del Ejecutivo, aunque en su contra está la huella de Twitter, que no tiene confesión posible porque siempre hay alguien que guarda lo que has escrito por mucho que creas que lo borraste a tiempo.
Huerta se ha hartado a insultar en las redes, para demostrar su españolidad o solo para demostrar su existencia como persona, comunicador y escritor, pero no ha parado de meterse con todo el mundo. Por esas casualidades de la vida, una de sus principales aficiones ha sido confesar día sí y día también que odia el deporte. Y ahora van y le dan el ministerio de Deportes. Los medios españoles le han dado bien por esa incongruencia. Otra especialidad era insultar a los independentistas catalanes, pero eso no ha merecido críticas de los mismos medios que le afean la conducta antideportiva porque, al fin y al cabo, ¿quién no ha insultado a un independentista en los últimos meses?