oímos hablar con frecuencia, en los últimos tiempos, del Estado Profundo, traducción del Deep State, que supuestamente, y según la derecha más reaccionaria, conspira contra Donald Trump para seguir protegiendo los grandes argumentos del capitalismo actual: movimientos migratorios, globalización y desaparición de las fronteras, relativismo moral y sumisión de los individuos a las grandes estructuras de poder. Son algunos ejemplos que aparecen de forma recurrente en publicaciones de la extrema derecha en todas partes, también en España. Aquí, algunos politólogos y analistas de la actualidad afirman que pasa algo parecido, aunque en el caso español el Estado conspira contra quienes intentan romper la unidad del Estado, subvertir el orden capitalista o poner fin al statu quo. Es una teoría que circula mucho en sectores independentistas, con Carles Puigdemont a la cabeza, y en la que se implican desde la judicatura al Ibex 35 pasando por policías o altos funcionarios de la Administración, que actuarían de forma autónoma y al margen de los controles democráticos, con la única intención de evitar que se altere el actual estado de cosas. El caso del comisario Villarejo y sus espionajes contra dirigentes nacionalistas, políticos y periodistas sería la demostración, la prueba de que un apestoso sistema de cloacas del Estado ejerce el poder al margen del poder. Y aún queda por estudiar lo que Noam Chomsky e Ignacio Ramonet explican en el libro Cómo nos venden la moto en relación a la forma en que se propaga el pensamiento único.