Pedro Sánchez es, sin lugar a dudas, el gran vencedor de las elecciones generales y Pablo Casado el gran perdedor. Quien ya parecía un cadáver viviente se ha comportado como un verdadero renacido y el que había llegado a las primarias del PP para superar la época Rajoy se dará uno de los mayores batacazos de la historia del partido conservador. Y lo hace a costa de una nueva fuerza política de extrema derecha, Vox, que ha condicionado –¡y de qué forma!– el resultado de estas elecciones. Las elecciones autonómicas andaluzas fueron las primarias de estas generales. Entonces, la mayor parte de los electores de izquierda se quedaron en casa y su abstención permitió la victoria de un tripartito de derechas que ha disparado las alarmas. Y lo ha hecho no por el pacto Ciudadanos PP, que en el resto de España, excepto en Catalunya, estaría bien visto, sino por incorporación a ese gobierno de una fuerza política nostálgica, ultraconservadora y contraria a todos los derechos conseguidos por las minorías en los últimos años. Sánchez se dio cuenta de que la suma de la derrota de Susana Díaz y la presencia de Vox constituían el cóctel perfecto para explicar aquel eslogan que puso de moda José Zaragoza en el PSC: “Si tú no vas, ellos vienen”. Nunca mejor dicho. En Catalunya conviene analizar el resultado como una victoria de la moderación: tanto ERC como el PSC se han caracterizado estas semanas por proponer un mayor sosiego en la política catalana, estresada con tantos juicios, presos, exiliados y golpes bajos de todo tipo. Una oportunidad para el diálogo.