Mientras crecen las voces de radicales interesados en provocar una revuelta a costa de la sentencia del Tribunal Supremo, quizás sería el momento de recordar que la causa más justa pierde toda su legitimidad con el uso de la fuerza. Mienten quienes aseguran que las grandes revoluciones triunfaron gracias a la violencia. En realidad, la esperanza de un futuro mejor se frustró en el mismo momento en que sus impulsores usaron la fuerza para alcanzar sus objetivos. Y no hablamos aquí de terrorismo, o de los argumentos de Ciudadanos sobre la supuesta existencia de comandos dirigidos por el President Torra. No, hablamos de la denuncia pública hecha por la ONG Reporteros Sin Fronteras acerca de la dificultad creciente para el ejercicio del periodismo en Catalunya. Por desgracia han sido demasiado habituales los actos de hostigamiento contra periodistas que cubren manifestaciones por parte de algunos radicales incapaces de contener su indignación. Ocurrió contra periodistas de TV3 en manifestaciones españolistas y pasa ahora en manifestaciones independentistas contra periodistas de medios españoles como TVE o Telecinco. Es inaceptable, y especialmente cuando afrontamos fechas de alto voltaje social, que alguien mire hacia otro lado o se acepte como normal el ataque contra profesionales de la información en el ejercicio de su actividad. Y no solo porque es un derecho constitucional especialmente protegido, sino sobre todo porque esas prácticas violentas y de acoso nos degradan a todos como ciudadanos de un país tolerante y democrático.