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© El líder de Vox, Santiago Abascal
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© Juan Cal
no tenía
ni idea de que fuera posible, en algunas comunidades españolas, que los padres tuvieran derecho de veto sobre algunos de los contenidos curriculares que se ofrecen en los centros públicos de enseñanza. Es lo que se conoce como “pin parental”, por su similitud con la limitación que pueden poner los padres en el acceso de los hijos a los contenidos de Internet o de la programación de televisión. Es un invento de Vox, ese partido, y una de sus mayores ocurrencias, que los socios de gobierno –Ciudadanos y Partido Popular– han aceptado sin rechistar. Se ve que para ellos la formación escolar es igual que el entretenimiento y son los padres, en último extremo, los que pueden condicionar qué contenidos pueden recibir, o no, sus hijos. O sea, que por este camino falta poco para llegar a la situación de algunos estados de los Estados Unidos donde gobierna el tea party: imponer a los centros una visión contraria a la ciencia sobre el origen del universo o, al menos, impedir que los hijos puedan recibir enseñanzas contrarias a lo que dice la Biblia, el Corán o cualquier otro texto sagrado sobre asuntos fundamentales para formar una sociedad plural, abierta y democrática. Es el Estado, guste o no, quien tiene la prerrogativa de fijar el currículum de los centros educativos –incluso sobre los concertados– y no existe una cláusula de descuelgue para nadie, porque eso significaría permitir que algunos ciudadanos ignoren aquello que constituye el acervo común. La escuela adoctrina, claro, en cosas tan importantes como la tolerancia y la diversidad.