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© Alumnos del Cervantes saliendo ayer de la sede del centro en Cavallers.
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© Juan Cal
en menos de una semana, el departamento de Educació de la Generalitat ha pasado de anunciar que comenzaba el cierre programado de la Escuela Cervantes a reconsiderar la decisión y afirmar que trabajaría de forma cooperativa con la Paeria para encontrar una solución al futuro del colegio. ¿Qué ha pasado en medio? La voluntad de la comunidad educativa de combatir esa decisión por medio de manifestaciones y declaraciones públicas contra lo que era una auténtica aberración política y educativa. ¿Combatir la segregación cerrando colegios? ¿A quién se le ha ocurrido esa idea? Es verdad que el colegio Cervantes, como el Camps Elisis, el Magí Morera y así hasta un total de dieciséis centros de educación Infantil y Primaria forman parte de lo que Educació considera “máxima complejidad”. Y también ocho institutos de Secundaria. ¿Piensa cerrarlos todos el Govern? ¿Esa es la solución para evitar la segregación del alumnado por razón de origen? Es evidente que se trata de una práctica discriminatoria hacia el sector más pobre y vulnerable de la sociedad. La segregación se reduce con más profesores, más aulas de acogida y más solidaridad por parte de la concertada. El hecho de que el alcalde y el conseller sean del mismo partido ha facilitado una gestión diplomática del problema, pero ha faltado por parte de la Paeria una acción pública y contundente a favor de la comunidad educativa del Cervantes, que debería sentirse respaldada, como los demás centros de máxima complejidad, por un ayuntamiento supuestamente de izquierdas.