Puede tratarse de una caricatura, o de una broma. También puede ser cierto que aquellas caceroladas que inicialmente convocó Vox –con el PP siempre a rueda– en Madrid a la misma hora de los aplausos a los sanitarios se hayan convertido ahora en protestas callejeras y algaradas contra el Gobierno. El lugar de los hechos es la calle Núñez de Balboa, en pleno centro de Madrid, en el barrio de Salamanca; la milla de oro le llaman ahora. Donde se concentra la mayor cantidad de riqueza per cápita de España. ¿Y qué quiere esa gente? Libertad, dicen. En su caso para ir al Club de Campo, o la Puerta de Hierro y jugar al golf cuando les dé la gana y con quien quieran. Ahora hay restricciones porque, según la versión que circula en ese barrio por los medios habituales, un gobierno comunista intenta cercenar la libertad de los españoles –de la esencia de España, que vive en ese barrio– con la excusa de que un virus amenaza la vida de la gente. Pero los ricos –ni los de Madrid ni los de ningún otro lugar– no viajan en metro, ni se mezclan con los pobres. Y tienen sus propias clínicas donde serían atendidos debidamente. Esos nunca han pisado un centro de asistencia primaria o las colas de urgencias. Afirma Gabriel Rufián que si llevaran esteladas habrían recibido lo suyo, pero lo cierto es que circulan imágenes donde se ve a los policías repartiendo sin piedad entre personas con banderitas rojigualdas y vestidas de riguroso pijo. La policía siempre trabaja para el poder, como corresponde, y en estos momentos el poder está en manos de esa coalición maldita.