Pablo Casado, el presidente del PP rehén de José María Aznar y del sector más derechista del partido, duda entre los consejos de sus líderes territoriales, como Feijóo, que recomiendan moderación y sentido de Estado, y el carácter ultramontano de la portavoz parlamentaria, Cayetana Álvarez de Toledo, más partidaria de la confrontación y del lenguaje incendiario. Las encuestas dicen que el líder gallego está a punto de repetir su cuarta mayoría absoluta mientras que al PP nacional apenas le auguran movimientos imperceptibles. Eso es lo que ocurre siempre que se intenta emitir mensajes para los sectores más fieles y radicales, que apenas se consigue un avance significativo porque los ciudadanos que dudan entre votar diferentes opciones de centro no aprecian los gritos y los insultos como una forma de comunicación con otras fuerzas políticas a las que han votado en alguna ocasión. Eso que ahora se conoce como la Alt Right o derecha alternativa suele buscar formas de expresión radicales que sirvan para subrayar el grave peligro en que, supuestamente, se encuentra la sociedad cristiana occidental. El relativismo moral, la persecución del cristianismo frente a la tolerancia con el islamismo son algunas de esas formas que adopta el peligro. Aznar, a través de la fundación FAES, cae con frecuencia en esa tentación tan propia de los dirigentes ultras europeos como el húngaro Víctor Orban o la francesa Marie Le Pen, pero tan alejada de una opción centrista y de gobierno como ha sido habitual en la España democrática desde hace más de 40 años.