Terribles noticias se acumulan en las últimas fechas y, entre ellas, una aún peor: Pep Mòdol, político, sociólogo, colaborador de SEGRE y sobre todo un buen amigo, se ha ido para siempre. Una cruel enfermedad, el cáncer, se lo ha llevado mientras esperábamos su recuperación, seguros de que volvería, de que vencería la enfermedad y estaría de nuevo con su My Way, su propio camino, iconoclasta, inclasificable, repartiendo críticas a diestro y siniestro, sin obediencias de partido ni consignas. No las seguía cuando era militante, y dirigente del PSC de Lleida, ni lo ha sido ahora cuando se ha signifcado como un destacado luchador independentista en Mes, la formación escindida del PSC que de la mano de Ernest Maragall ha decidido hacer parte de su camino político con Esquerra. Recuerdo a Pep muy joven, estudiante en la facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Complutense. Entonces militaba en el PSP de Tierno Galván y Raúl Morodo. Era una rara avis del socialismo democrático en un entorno marxista revolucionario, pero así era Mòdol: un disidente, alguien que nunca sigue la corriente. Recuerdo el dolor compartido tras la muerte violenta de Mariluz Nájera, estudiante de la facultad y compañera suya en los comités de curso. Falleció a causa de un bote de humo lanzado a quemarropa por la policía en una manifestación.
También fue hombre de teatro, de cultura y nunca sacó provecho personal de su actividad política. Formaba parte de esa generación convencida de que la política es un acto de servicio al resto de la sociedad. Y no al contrario.