El presidente de la Generalitat ha descubierto en propias carnes que las cosas se están haciendo en su gobierno tarde y mal. O peor que mal. Y eso ocurre después de que miembros de su gobierno afirmasen, durante la vigencia del estado de alarma, que el Govern lo habría hecho mucho mejor y no se ahorraron críticas a la gestión del Ejecutivo español, que tampoco fue un ejemplo de eficiencia. De algo debía de haber servido la experiencia de esos casi cuatro meses de confinamiento forzoso para “salir a buscar el virus” como afirmaba ayer el presidente del Colegio de Médicos de Barcelona, Jaume Padrós. No solo no se salió a buscar el virus sino que se dieron un descanso a pesar de las advertencias de los especialistas, de los alcaldes y de los sanitarios que se iban de vacaciones con el corazón encogido y convencidos de que a la vuelta las cosas serían mucho peores. Se dejó en suspenso el contrato de Ferrovial para el rastreo de positivos; no se contrataron rastreadores y poco más de un centenar de personas hizo ese trabajo mientras se rechazaba la ayuda ofrecida por el ministerio de Sanidad, por la Diputación y por el ayuntamiento de Barcelona, como si afectase al orgullo del Govern aceptar ayuda. Y, mientras tanto, los casos aumentaban y la preocupación también, y en los sectores económicos, iba en aumento. Ha tenido que llegar el contagio comunitario a Barcelona para reconocer que las cosas no se han hecho bien, ni siquiera en el ámbito jurídico, porque, incluso con decreto ley, prefieren recurrir a las recomendaciones y evitar así el veto judicial.