Llámenme desconfiado pero el discurso del president Torra en la sesión de control del Parlament de ayer, miércoles 22 de julio, sonó más a reproche que a justificación. El president explicó a los partidos de la oposición que advirtió a la consellera de Salut sobre la necesidad de contratar más rastreadores y de hacer más pruebas PCR, y también que hacía falta nombrar un secretario de Salut Pública, cargo vacante desde la dimisión del doctor Guix. Es más, también explicó en sede parlamentaria que fue él quien recomendó el nombramiento de Josep Maria Argimon como nuevo responsable del cargo vacante. Para que nos entendamos: el president sabía lo que había que hacer y le insistía a la consellera Vergés de la urgencia de actuar. Sólo falló –eso afirma Torra– la comunicación a los ayuntamientos y a la opinión pública. Una nueva muestra de que las distancias en el seno del Govern se han vuelto estratosféricas, hasta el punto de que urge una convocatoria inmediata de elecciones, que sólo deberían ser aplazadas por estrictas razones sanitarias.
Nada impide hoy, según los expertos, esa convocatoria porque habría que esperar a las fechas próximas a los comicios para saber si podrán o no celebrarse. Si las razones sanitarias son dudosas, de lo que no cabe duda es que desde el punto de vista político es imperativa la convocatoria y la menor de las razones ya sería la inminencia de una resolución del Supremo sobre la inhabilitación del President, sino la urgencia por resolver unas desavenencias que entorpecen de forma evidente el devenir normal del Gobierno.