Guerra sucia en política

Esa supuesta reacción airada de los miembros “puigdemontistas” del Partit Demòcrata, la rotura de los carnets y el abandono aparentemente improvisado es en realidad una reacción que se esperaba desde hace días por parte de quienes preparaban una voladura programada del viejo partido de Pujol y de Mas para llevarse desde los derechos electorales a la militancia. Extrañaba incluso la falta de reacción de la dirección del partido, después de la contundencia del portavoz Marc Solsona, a la hora de proteger la marca Junts como parte del patrimonio del partido. Finalmente, como era lógico, han tenido que recurrir a la justicia –como haría cualquier otro partido en las mismas circunstancias– para evitar la maniobra de usurpación de los partidarios del presidente en el exilio. El problema para Bonvehí, Solsona y compañía es que sus oponentes, los usurpadores, son mártires privados de libertad o expatriados y esa condición les da patente de corso para cometer cualquier irregularidad en el seno de la formación política poniendo la carga de la responsabilidad sobre quienes legítimamente protegen el patrimonio de la vieja formación política. Son las cosas de la política en una situación tan compleja como la actual. Las bajas que se han producido hasta el momento no es que sean numéricamente importantes pero tienen la característica de que dejan al sector del PDeCAT prácticamente sin visibilidad tanto a nivel parlamentario como gubernamental. Sólo Àngels Chacón mantiene la militancia, lo que convierte su lealtad al partido en un acto de heroísmo.