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¿Quién se come la renta del agricultor?

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A buen seguro que muchos de los lectores recordarán el libro Quién se llevó mi queso. En él, el autor y psicólogo Spencer Johnson nos explicaba a través de una sencilla fábula la historia de cuatro protagonistas: dos ratones y dos liliputienses. Los cuatro se alimentaban de queso. Los ratones en cuestión se llamaban Kif y Kof, se levantaban cada día muy temprano para ir a buscar su ración, y no contentos con ese trabajo, no paraban de explorar nuevas vías a través de los laberintos, por si un día se acabara el queso del almacén que habían descubierto. Hem y How, los liliputienses, eran dos diminutos humanos que, acostumbrados a encontrar siempre el queso en el mismo sitio, se volvieron perezosos y cayeron en la rutina de ir a buscar su ración diaria de queso. Un día, y sin que ninguno de los cuatro protagonistas se lo llegara a explicar, las reservas de queso desaparecieron del sitio en donde estaban almacenadas hasta entonces; y mientras los liliputienses se echaban la culpa el uno al otro de la nueva situación en la que se encontraban, Kif y Kof ya habían explorado nuevos laberintos que los llevaron a unas nuevas reservas del preciado alimento. La fábula nos pretende enseñar que, si somos laboriosos, previsores y disponemos de la curiosidad necesaria para prever el cambio, tendremos asegurada nuestra ración de queso y nuestra renta. Pero la norma, como todas, parece empeñada en tener una excepción y nos muestra que, aunque nuestros agricultores actúen como los emprendedores Kif y Kof, madrugando cada día y anticipándose a los cambios, todo ello no es suficiente para mantener su ración de queso. ¿Qué es lo que sucede para que a ellos les corresponda cada vez menos queso? ¿Quién se está comiendo la mayor parte del queso de los agricultores? ¿Serán los liliputienses? ¿Alguien sabe quiénes son los liliputienses que están en el mismo camino que los agricultores?

Agricultor, el oficio de los oficios

Si de algún oficio podemos afirmar que es la madre y hasta el padre de los demás oficios es el de agricultor: agrónomo, meteorólogo, técnico en maquinaria y empresario. Sin olvidar su actividad esencial, la de cultivar la tierra. Sin embargo, todo ello no parece suficiente, en su caso, para que su retorno esté al mismo nivel que su contribución a la riqueza del país. Algunos estudios señalan que su aportación al PIB nacional es del 2% y su renta la sitúan en torno al 1,5%. Tampoco es para celebrar la permanente reducción de las personas dedicadas al campo, basta recordar cómo en la España de 1986, año de su ingreso en la UE, los agricultores representaban el 15% de la población activa y las estadísticas actuales sitúan la cifra por debajo del 6%. Si miramos el escenario europeo, las cifras del número de agricultores siguen en la rampa de bajada respecto al personal ocupado en el resto de sectores. Una actividad esencial que nos proporciona cada día al resto de la sociedad algo tan importante como los alimentos debería ser más conocida y reconocida por el resto de la población para evitar así que otros se acaben comiendo su queso.

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