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Con motivo de la celebración este mes de febrero del Dia Internacional de la Dona i la Nena en la Ciencia, desde IRB Lleida y desde otros medios me llegó información sobre un documental titulado Picture a Scientist. En él, tres mujeres científicas, Nancy Hopkins –bióloga molecular en el Massachusetts Institute of Technology–, Raychelle Burk –profesora de química en la American University– y Jane Willenbring –geóloga en la University Stanford–, nos cuentan, a todos, algunas etapas de su vida profesional en las que debieron soportar situaciones de discriminación que iban desde el menosprecio hasta la discriminación laboral por parte de algunos de sus colegas. Y todo por el simple hecho de ser mujeres o de pertenecer a una minoría de color. Según explican en el mismo documental las psicólogas Mahzarin Banaji y Corinne Moss-Racusin, son precisamente nuestros prejuicios los que impiden que asociemos la excelencia en la ciencia con la condición de mujer.

Capacidades vs. prejuicios

Hasta la fecha nadie ha podido demostrar que existan mayores capacidades intelectuales en los varones que en las mujeres. En todo caso las diferencias intergrupales –las que se dan al comparar el colectivo de mujeres con el de hombres– son inferiores a las intragrupales, es decir a las que se dan dentro de cada colectivo de hombres o de mujeres. La cadena de la desigualdad profesional en la mujer, y en cualquier otro colectivo, es consecuencia de la debilidad de algunos de sus eslabones importantes que empieza con el de los estereotipos, construidos con creencias negativas sobre un grupo que nos lleva a la formulación de prejuicios y estos últimos, a su vez, acaban siendo la materia prima para la discriminación de alguien por el simple hecho de pertenecer a dicho colectivo. Si queremos que las capacidades y competencias se impongan a los prejuicios debemos eliminar, de la cadena profesional, aquellos eslabones construidos a base de estereotipos, ya que estos no solo son dañinos para quien los sufre, también lo son para quien los ejerce y para toda la sociedad, que puede verse privada del trabajo de los competentes en favor de aquellos cuyo mayor mérito puede ser el pertenecer a un colectivo dominante.

Género de las carreras STEM

Este tipo de formación toma su nombre de los términos ingleses Science –desde la medicina hasta la física–, Tecnology –desde la informática hasta la robótica–, Engineering –desde las obras públicas a la electrónica–, Mathematics –desde la economía hasta el análisis de sistemas–. Y todo el mundo coincide en vaticinar que estas disciplinas STEM, que, hasta la fecha están siendo cursadas mayoritariamente por el género masculino, serán las de mayor demanda en el mercado laboral de las próximas décadas. Será labor de todos conseguir que las mujeres, cuya presencia actual en dichas carreras apenas llega al 35%, pasen a incrementar su presencia. Sin duda una de las formas de hacerlo debe ser neutralizar aquellos prejuicios que se dan en la sociedad y trabajar en pro de empoderar a las jóvenes para que apuesten por dichas carreras.

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