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¿Qué probabilidades tiene que conocer, en la otra punta de mundo, un pariente que ni sabías que existía? ¿Cuántas opciones tenéis de encontraros dentro de un grupo de más de dos mil personas de todas partes? ¿Es casualidad o destino? Yo, que creo poco en una y en el otro, me aferro a la teoría de los seis grados de separación. Ya saben, la que establece que todos los seres humanos del planeta estamos conectados, como máximo, a través de cinco intermediarios.

Vaya que, hablante parlante, uno lleva|trae al otro hasta que llega el punto de encuentro. Voy por partes y así podrán sacar sus conclusiones. Una, que no es partidaria de los largos viajes al verano por|para aquello de huir de las multitudes, hace este año una excepción y escoge las capitales bálticas. Era un viaje de desconexión, de anonimato, de nuevas experiencias.

Primera noche, hora de cena. Nos asignan una mesa|tabla compartida con personas de nuestra misma nacionalidad. Nos sentamos cuatro parejas. Para romper el hielo, empezamos a presentarnos. Una de ellas, llega de la localidad de origen de mi madre, estalla la primera sorpresa. Qué casualidad, decimos. Pero ahora viene la traca: él y yo llevamos el mismo apellido. Sí, descubrimos que somos parientes, no sabemos en qué grado pero lo somos seguro.

Nos miramos azorados como si tuviéramos que reconocer en la cara del otro algún rastro de familiaridad. Éramos dos desconocidos sin nada en común y ahora resulta que alguna gota de la misma sangre nos corre por|para las venas. No coincidimos en edad ni en gustos ni en maneras de hacer pero a nuestro árbol genealógico hay un punto de conexión.

¿Cómo explicarían Ustedes que fuéramos en el mismo lugar, a la misma hora y nos descubriéramos? ¿Con cuántas de las personas que nos cruzamos tendríamos vínculos si nos detuviéramos a hablar? ¡Pues siguiendo la teoría de los seis grados de separación, con muchísimas! Establece que cada persona conoce, por término medio, a un centenar de humanos que, a la vez, se relacionan con cien más. Por lo tanto, con cien contactos, llegamos a diez mil interlocutores.

Si estos también conocen cien, multiplicamos y ampliamos la red hasta un millón de personas en un tercer nivel, a cien millones al cuarto, a diez mil millones al quinto y a un billón, si existiera un sexto nivel. Seis pasos, sólo seis nos separan en unos de los otros. El mundo es, definitivamente un pañuelo.

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