2017 fue un año para Cataluña muy desgraciado. El separatismo decidió tirarse al monte fracturando la sociedad catalana y muchas empresas se fueron. Todos recordarán aquellas noches funestas que acabaron con el gran instigador huyendo en un maletero. Tras todo aquello se convocaron elecciones y las ganó Cs en votos y en escaños. Los catalanes consideraron que era el partido más útil para revertir todo aquel despropósito. Pero, aunque en el actual Parlament hay más votos constitucionalistas que separatistas, la distribución de escaños por la ley D’Hondt, y de forma especial en cómo afecta en Girona y en Lleida, concede una mayoría de diputados separatistas, aunque tienen menos votos. Por eso el nacionalismo jamás ha querido una ley electoral distinta a la del conjunto de españoles; les sobrerrepresenta. En los territorios más pequeños consiguen sus arietes para conformar sus mayorías. En breve se convocarán elecciones. Si no se hace nada distinto, es muy posible que gracias a Lleida y Girona el separatismo siga sumando y los procesistas con la misma matraca durante más años. Sin embargo, se podría actuar con una mejor estrategia y presentar una coalición de esos partidos que ya sacan más votos y agruparlos para conseguir esa mayoría también en escaños. La política es una etapa de servicio. Nadie ha de ser imprescindible; nadie lo es. Con generosidad se puede ofrecer un programa de consenso capaz de liderar Cataluña con ilusión. Es posible dejar los frentismos y gobernar de una vez para todos sin exclusiones. Es urgente recuperar la economía y el prestigio perdido. Si por el contrario alguien solo piensa en defender su posición, conseguirá que el separatismo siga excluyendo y dividiendo para sus propios beneficios. Hay mucha gente que estaría dispuesta a sumar en un proyecto moderado constructivo transversal. Para ese gran proyecto no es necesario militar en ninguna formación ni entidad; solo talento, ilusión y ganas. Relevar al nacionalismo es posible priorizando el bien común. Eso es lo único que debería importar. Consensuar una gran coalición constitucionalista y que todos sus votos se conviertan en diputados ha de ser el gran objetivo para regenerar la política catalana. Es pertinente, urgente y posible.