El martes ultimaba la preparación de la rueda de prensa que iba a hacer en el Parlament cuando me notificaron dos noticias de las que dejan descolocado a cualquiera. La primera era la de un niño hospitalizado por Covid que trasladaban desde Lleida a Barcelona porque había empeorado su estado de salud. Es imposible no pensar en sus padres, en los sanitarios que han estado allí sufriendo con ellos, los del traslado... imagino que como les sucederá a muchos, me acordé de mis hijos y tragué saliva. No pasaron unos segundos y otro mensaje me anunciaba la muerte de un médico, un pediatra fabuloso con el que tuve la suerte de trabajar, que venía a verme con cierta regularidad al Parlament, me aclaraba muchas cuestiones, y del que siempre aprendí mucho. Recordaba sus últimos mensajes, su prudencia, su buen juicio... Mis primeras palabras fueron destinadas a mandar todo el ánimo posible a esas dos familias. En el primer caso, no habrá nunca palabras que puedan paliar ese miedo. Tenemos la fortuna de tener profesionales sanitarios ejemplares que harán todo lo posible por salvarle la vida. Es una persona joven y seguro que el caso acabará bien. Pero, en el segundo caso, solo me queda emocionarme pensando en aquella última comida; frente al parque de la Ciudadela, él y mi amigo Martín. Durante la pandemia, fue uno de los que nos ayudó con el sinfín de propuestas que hicimos. Pero, al final, la maldita Parca le señaló.
Nos encontramos en un momento nuevamente complicado. El invierno se acerca. La gripe siempre tensiona la estructura sanitaria y este año los trabajadores están agotados, los MIR en huelga... Y a todo eso se le suma el virus, con la complejidad que le añade a un sistema ya en los huesos, y me veo allí, en la rueda de prensa, y un periodista me pregunta si no me parece que lo mejor ahora es convocar elecciones. Entonces me viene a la mente el niño, que mi amigo Vicente ha muerto y tantos como él, los ángeles de blanco que se dejan la piel, los MIR exigen formación, la Atención Primaria ya desbordada, los miles de establecimientos con persianas que un día bajaron y que no volverán a subir... imagino lo que hará el virus cuando volvamos a tener los hospitales a rebosar y, pensando en todos ellos, la respuesta la tengo muy clara.