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Putin cumplió el viernes veinte años al frente de la presidencia de la federación rusa.

Putin cumplió el viernes veinte años al frente de la presidencia de la federación rusa.EFE

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El presidente ruso, Vladímir Putin, cumplió el viernes 20 años desde que llegara al poder de la mano del antiguo KGB, aniversario que coincide con un aumento del descontento popular, una involución democrática y la erosión de su imagen como líder infalible. Boris Yeltsin, primer presidente democrático de la historia de Rusia, lo propuso en agosto de 1999 como sucesor y en cuestión de días se convirtió primero en heredero del trono del Kremlin, una semana después en primer ministro y cuatro meses más tarde, en presidente de la Federación Rusa. Muchos pensaban que no duraría, pero se afianzó en el poder con una mezcla de imperialismo trasnochado, mano dura, fe religiosa y recetas autoritarias. La Duma le ratificó como jefe del Gobierno y poco después el Ejército ruso inició la segunda guerra chechena, conflicto que disparó su popularidad y le granjeó la victoria en las presidenciales de 2000. Su prioridad era retener el poder y dio garantías a Yeltsin de que nunca sería objeto de persecución judicial (el primer decreto que firmó fue su inmunidad y la de su familia).

Dos décadas después, algunos aún creen que el meteórico ascenso de Putin fue resultado de una conspiración de las fuerzas vivas vinculadas con el KGB y que se oponían a las reformas democráticas en Rusia.

Sigue vigente la teoría de que su ascenso meteórico fue el resultado de una conspiración del KGB

Veinte años después, el sociólogo Lev Gudkov, director del Centro Levada, cree que el sistema creado por Putin está “anquilosado”, en plena degradación y no soportará una nueva crisis económica ni una drástica caída de los precios de los hidrocarburos. “La indignación popular se centra en el primer ministro, Dmitri Medvédev, el Gobierno y la Duma, pero el régimen es tan personalista que Putin también comienza a sufrir la erosión”, asegura.

Agotado ya el fervor patriótico que trajo consigo la anexión de Crimea (2014), la popularidad de Putin no deja de caer y en el último año ha aumentado en once puntos el porcentaje de rusos que no quiere que siga en el Kremlin, según Levada. Afirma que, las actuales protestas opositoras, las mayores desde 2012, serían consecuencia del “descontento popular crónico” que se ha instalado en la sociedad rusa debido a que las nuevas generaciones no ven futuro en la Rusia de Putin y los rusos están hartos de la “confrontación” con Occidente. El contrato social firmado entre Putin y los rusos (estabilidad y crecimiento a cambio del recorte de las libertades) expiró hace mucho, ya que los ingresos reales de la población se han desplomado y los rusos viven cada vez peor, pero Putin se niega a abrir válvulas de escape en forma de reformas. Y a sus 66 años, nadie descarta que opte por alguna treta constitucional para seguir en el poder en 2024.

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