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Carolina Climent: “En el tratamiento contra la fibromialgia hay brecha de género”

Graduada en Fisioterapia, Máster en Fisiología y Neurociencias, doctora en Curas Integrales y Servicios de Salud. Investigadora Posdoctoral en Enfermería y Fisioterapia. Investiga en el Grupo de Investigación de Curas en Salud (GRIEGOS) del IRBLleida y al Grupo de Estudios Sociedad, Salud, Educación y Cultura de la UdL. Miembro de la Asociación Int. para el Estudio del Dolor y de la Sociedad Española del Sueño

“En el tractament contra la fibromiàlgia hi ha bretxa de gènere”

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¿Por qué está tan estigmatizada la fibromialgia? Es curioso porque el estigma es una señal en el cuerpo que no se puede borrar, mientras la fibromialgia tiene síntomas no visibles, como el dolor. El hecho de que se desconozcan las causas puede llevar a la falsa impresión que estas personas están fingiendo, e históricamente se ha insinuado, sin evidencia científica, que se debía a problemas psicológicos. Las mujeres que la sufren, que son la práctica totalidad de los diagnósticos, tienen que afrontar incredulidad, invalidación y discriminación del entorno social, familiar e incluso de los profesionales sanitarios.

¿Hay una brecha de género? Lamentablemente, a las mujeres que tienen fibromialgia no se las toma seriamente. Las mujeres con dolor crónico reciben tratamientos menos efectivos que los hombres; menos medicación analgésica y más antidepresiva, y más derivaciones a especialistas de salud mental. Además, ha sido común excluir el sexo femenino al evaluar la eficacia de medicamentos para tratar el dolor, por la creencia que nuestras fluctuaciones hormonales dificultan el estudio. Eso tiene implicaciones muy serias: un mismo medicamento puede no ser igual de eficaz en un hombre que en una mujer, porque respondemos de forma diferente. Prescribir las mismas dosis es incorrecto y las mujeres tenemos más riesgo de efectos secundarios graves a una medicación.

Qué es antes: ¿el dolor o la baja calidad del sueño? Esta pregunta no tiene una respuesta fácil. Cada vez hay más evidencias que el sueño y el dolor afectan el uno al otro, pero los mecanismos subyacentes todavía no se han dilucidado del todo. La investigación ha mostrado que cuando una persona tiene pensamientos catastróficos duerme peor y, al mismo tiempo, eso hace que empeore el dolor. Las personas con dolor crónico piensan más a menudo antes de ir a dormir, y eso puede afectar al inicio y el mantenimiento del sueño.

¿Qué consejos darías a alguien en esta situación? Sería imprudente por mi parte dar consejos concretos, porque el tratamiento tiene que ser individualizado y pautado por profesionales sanitarios. Como recomendaciones generales, horarios regulares para dormir y levantarse (incluso los fines de semana), relax antes de meterse en la cama, y hacerlo sólo cuando se tenga sueño; evitar siestas pasadas las 3 de la tarde y de más de 30 minutos. Evitar comidas copiosas por la noche; reducir la nicotina y las bebidas azucaradas o con cafeína, y el alcohol, que hace el sueño corto y de mala calidad. Y combatir el sedentarismo, que lleva a un sueño peor y a más medicación para dormir. El ejercicio ligero, como andar, y la luz solar, que ayuda a regular los ciclos de sueño y víspera y la producción de vitamina D, hacen de ejercicio al aire libre durante el día un hábito excelente para promover una buena calidad del sueño.

¿Qué planes tienes para el futuro? Como investigadora todavía joven que quiere seguir haciendo investigación sobre la calidad del sueño y la fibromialgia, quiero aprender con los mejores especialistas del mundo. Para mí es muy importante pensar que lo que hacemos da visibilidad a estos problemas y contribuye, aunque sea un poco, a mejorar la calidad de vida de las mujeres que sufren fibromialgia.

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