Un problema grave que puede ser terrible
Iniciamos este editorial como finalizamos el del pasado miércoles. Con esta cita: “posiblemente [Pedro Sánchez] exprese así [con sus críticas a algunos jueces] su desesperación porque su círculo más cercano está asediado presuntamente por la corrupción: su hermano, su esposa, su mano derecha en el partido, su otra mano derecha en el partido”. Es una valoración de la presidenta de la Asociación Profesional de la Magistratura que firmaría sin dudar, decíamos el miércoles, cualquier líder del PP, por ejemplo ese Alberto Núñez Feijóo que hoy boicoteará la apertura del Año Judicial por la presencia de un fiscal general del Estado imputado en una muy discutible, por decirlo suavemente, instrucción judicial. Las palabras de la presidenta de la asociación de jueces mayoritaria no solo parecen dichas por el PP, sino que atentan contra el carácter “nulo e invisible”, en el sentido de despolitizado, que debe tener, según Montesquieu, quien ejerce la función jurisdiccional. Hay que tener en cuenta que en el caso del poder judicial la legitimidad democrática, de la que las Cortes son las únicas portadoras, no hace acto de presencia en el momento de la adquisición de la condición de juez, sino en el momento en el que el juez ejerce la función jurisdiccional. Por este motivo el apartado 1 del artículo 117 de la Constitución afirma de manera tajante que los jueces y magistrados están “sometidos únicamente al imperio de la ley”. Su legitimidad democrática viene de respetar la voluntad popular expresada en las Cortes a través de unas leyes que los jueces se tienen que limitar a aplicar. No se limitan precisamente a esto los magistrados conservadores del Consejo General del Poder Judicial que boicotearon ayer la apertura del Año Judicial como si fueran Miguel Tellado, ni los magistrados del Supremo que dicen que los que organizaron el referéndum del 1-O se enriquecieron personalmente con ello. El carácter nulo, invisible y despolitizado del poder judicial no era para Montesquieu una descripción sino un desiderátum; cuando ese carácter no se consigue, el poder judicial puede ser terrible porque es un poder de todos los días y de todos los instantes que se ejerce individualmente por jueces y magistrados. ¿Para qué ha pedido el juez Peinado los correos de Begoña Gómez desde 2018? Es difícil no sospechar que para filtrar intimidades del esposo de Begoña si se da un repaso a la instrucción de esta causa. La política y la judicatura españolas tienen un problema de fondo. Feijóo fue el más votado en las últimas elecciones, pero no las ganó; en nuestra democracia las elecciones las gana el candidato que logra sumar una mayoría absoluta en el Congreso, que es lo que ha conseguido Sánchez no solo en las pasadas elecciones sino desde la moción de censura de 2018. Si los políticos no respetan estas reglas del juego, el problema es grave; si no las respetan los jueces, es terrible.