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Peter Handke

La ladrona de fruta (traducció d’Anna Montané)

Alianza Editorial, 387 p.

¿Qué nos queda sino intentarlo? Levantar una piedra misteriosa y mágicamente sabernos muy fuertes. Leer este libro es contemplar el reverso de la esencia. Encontraremos un pequeño margen de bondad en nosotros mismos, un espacio que nos salve de la adicción a nuestra propia realidad. Para qué engañarnos, todo es distinto en nuestros días. Peter Handke, ahora con el galardón sueco, valiente este año, pone el dedo en la llaga. De eso se trata, de mirarnos en nuestro espejo turbio. Y siempre queda una música de fondo. Nadie te va a salvar sino tú mismo.

Al final de la novela, al tomar conciencia de lo leído, vuelve una palabra: “Extraño”. Nos hemos adentrado en la visión de una familia dañada. Los padres, Alexia y su hermano quinceañero. Según el propio Handke, esta obra suya entronca en su labor con la de Wolfram von Eschenbach, Miguel de Cervantes, Raymond Chandler, Georges Simenon… Parece que bajo estos nombres encontramos refugio, la descripción de nuestra médula. Una literatura instigadora, complejamente llena de consuelo.

Peter Handke, controvertido ganador del premio Nobel de 2019, ofrece en La ladrona de fruta un ámbito ideal para que reflexionemos sobre qué es lo que entraña la marginalidad, es decir, por qué no, lo auténtico. Nadie es realmente auténtico en el mainstream; la ruta de nuestra joven protagonista Alexia es un adentrarse en lo raro, sí, en lo raro y bueno al mismo tiempo. Un revulsivo de este calibre solo era posible de las manos de un maestro como Handke, quien, cuestionado por múltiples miradas, ha escogido el margen, la orilla difícil, la voz rota de alguien que arriesga. Alexia entraña la absoluta fuerza de la juventud originaria, sin falsedades. Es una delicia acompañarla y observar cómo descubre su forma de vivir el amor, sabiendo que solo quien se atreve con la soledad podrá adquirir el ángulo de visión nítido.

Alianza Editorial

Relato de largo aliento, no es sencillo entrar en el alma de su mensaje, pero, una vez dentro, el fuego impresiona. En el viaje de Alexia en busca de su madre a la Picardía, no solo nos enteramos del simbolismo que existe detrás de una “ladrona de fruta”. Es un recorrido a pie, horizontal… Pero, observado espiritualmente, a la manera de Jean Gebser, todo deviene “global”, “esférico”. En cierto modo, este libro no se deja describir. Tan sincopado y rico, tan lleno de espirales… Listo para ser descubierto. Qué justo, qué justificado este premio Nobel, como si la propia sociedad reaccionara a veces con una lucidez de supervivencia. En las últimas páginas aparece súbitamente un helicóptero sobre la fiesta de reconciliación familiar, sorprendiendo a todo el mundo. Así se nos antoja esta novela: de pronto se abre una gran ventana y entra luz. Era difícil, pero una energía telúrica tenía que estallar. El libro de Peter Handke es rabiosamente actual. 

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