Un bar de un pueblo de Lleida de cuarta generación: "venían por sus calamares a la romana"
Ona Forn es la cuarta generación de la saga que regenta este bar, que abrió su bisabuela en 1947 cuando tenía la misma edad que ella, 20 años

Joan Forn, detrás de la barra con su hija, Ona Forn. - C.MARSIÑACH
Ona Forn es la cuarta generación de su familia que regentará el bar de Ca la Maria de Sant Guim de Freixenet. Su bisabuela abrió el negocio el 1947 con la misma edad que tiene ella ahora, tan solo 20 años. El padre de Ona, Joan Forn, explica que entonces arrancó desde cero y tuvo que luchar mucho: “Las sábanas que utilizaban para la pensión eran los manteles del bar” y en la tienda del pueblo le fiaron un recipiente para calentar la leche y un cuchillo. “Y de ahí nació Ca la Maria, de su esfuerzo y ahora me hace mucha ilusión que lo lleve mi hija”.
El negocio creció rápidamente y María había llegado a servir entre 150 y 300 desayunos y comidas diarios. “Era un restaurante muy emblemático, la gente hacía cola”, explica Ona, que siempre ha oído decir que venía gente de toda Catalunya por su fama. “Venían por sus calamares a la romana y muchos me preguntan si los haré. No tengo la receta, pero lo haremos bien, seguro”, dice Ona entre risas. Su abuelo, Joan Forn, que ha pasado toda la vida entre las paredes de ese local, recuerda que había gente que venía de Tarragona para comer los calamares: “¿Cómo puede ser que sean más buenos que los de la costa?”, se preguntaban los clientes. A él le hace especial ilusión que lleve el bar su nieta: “Nunca me hubiera pensado que Ca la Maria volvería a la familia. Le deseo mucha suerte”.

Joan Forn i la seua dona Angelina Aylon, amb el número 11457 d’aquest any i el dècim del 1903. - CARMINA MARSIÑACH
Durante más de 40 años también funcionó como fonda. En los inicios, el local se denominó Fonda España hasta que en 1995 el hijo de Maria decidió bautizarlo con su nombre.
Desde que terminó sus estudios, Ona ha trabajado en el sector de la hostelería en cinco restaurantes. El 1 de julio abrirá puertas y, por el momento, no hará menús, servirá tapas y platos combinados con productos de proximidad. “Estoy nerviosa, y es una gran responsabilidad, pero me hace mucha ilusión”. Su padre, que también llevó el bar cinco años, le aconseja que vaya poco a poco y le ponga muchas ganas. Lo que sí tiene claro es que quiere vender el número de lotería que hace 122 años que compran los vecinos de Sant Guim de Freixenet, el 11457, pero que no ha tocado nunca. Un grupo de amigos decidió a qué número jugarían al azar destapando cinco cartas en el bar del pueblo, que después paso a ser Ca la Maria.