SEGRE

L’ALBI

Vivir para coleccionar

Josep Garriga lleva reuniendo todo tipo de objetos desde los siete años y ha habilitado dos casas para poder almacenar miles de ellos

Un total de 200.000 postales, 250 trenes, 30.000 revistas, hojas de afeitar, pipas de fumar, cámaras de fotos o juguetes que muestra si se lo piden

El col·leccionista de l’Albi Josep Garriga amb un dels joguets antics relacionats amb el ferrocarril.

El coleccionista de L’Albi Josep Garriga con uno de los juguetes antiguos relacionados con el ferrocarril. - MAGDALENA ALTISENT

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“ES UNA FORMA DE ENTENDER LA VIDA QUE ES MÁS QUE UN HOBBY”

n El coleccionismo “es una forma de entender la vida, que es más que un hobby. Comencé muy joven y seguiré coleccionando hasta que me muera. Me gusta tener mis colecciones, cuidarlas y también enseñarlas a quien le interese y me lo pida. Muchas cosas las he comprado, otras me las han regalado, algunas tienen un valor importante porque son piezas raras y exclusivas, otras ninguno, otras solo sentimental. Todo está mezclado, lo bueno con lo malo, asegurado e inventariado. Además, he instalado alarmas en las habitaciones. Sé que puedo parecer un friqui, pero detrás hay toda una organización que hace que haya objetos, libros, documentos y fotografías interesantes, como la del campo de Barça en una competición de 1952”.

Josep Garriga es coleccionista desde que era un niño. A los 7 años recuerda que, con una de sus primeras pagas, se fue a comprar una plancha de hierro para iniciar una de sus primeras colecciones. Las tiene de todo tipo de objetos, desde las tradicionales placas de cava, aperos del campo, botellas de cava y coñac hasta una pequeña moto Harley-Davidson de juguete. Todos sus objetos están catalogados detalladamente en sus dos casas de L’Albi. Vive allí con su familia desde 2019, antes de la Dana que provocó una de las riadas más importantes de la historia de Les Garrigues e inundó los bajos de varias viviendas, entre ellas las suyas.

“Logré salvar muchas cosas, entre ellas un pequeño tranvía de madera de juguete que suena aún si le das cuerda”, explica. Garriga tiene 80 años, trabajó como químico para numerosas multinacionales, ha viajado por todo el mundo y se jacta de haber comido en más de 2.000 restaurantes. “Un día conocí a gente de este pueblo y aquí vine a ver una casa donde pudiera instalar mis colecciones. La primera vez que vine fue en 1991. Vendí todo lo que tenía en Barcelona y compré otra casa en el pueblo. La arreglé y aquí nos vinimos todos ya hace casi cinco años. En mi DNI dice que soy vecino de L’Albi. Somos una gran familia de 800 personas”, asegura.

Enseña sus colecciones con orgullo. Es un patrimonio privado que está abierto a mostrar a todos los que se lo soliciten. “De hecho, algunas familias del pueblo me preguntan si pueden traer a sus hijos para ver los trenes y ya han venido una cuantos niños. A mi me gusta que vean lo que he ido recopilando en estos años. Es mi afición tenerlo y cuidarlo y, cuando muera, pueden destinar las coleciones a lo crean más idóneo”, dice. Entre sus series hay elementos de todo tipo, desde rarezas únicas hasta objetos cuyo valor es sentimental. Todos están inventariados y asegurados, explica Garriga. Ocupan los más intricados rincones de su casa, donde ha llegado a construir hornacinas y librerías en espacios vacíos en las escaleras. Hay más de 200.000 postales en armarios y cajones las más antiguas desde 1880 hasta hoy, unos 700 posters colgados en las paredes, algunos del siglo XIX y de los primeros años del XX, y también un parchís de la República. Hay más de 20.000 libros y otros 10.000 en miniatura con una biblioteca diminuta para guardarlos. También conserva medio millar de relojes, algunos de bolsillo, así como recortables de muñecas de papel, cajas de hojas de afeitar, paquetes de tabaco, plumas estilográficas y plumillas, 2.000 juegos de naipes, mecheros con forma de pistola, figuras y esculturas y 500 muñecos de los que salen en el róscon de Reyes. Recorrer la vivienda es un viaje en el tiempo donde Garriga puede enseñar desde una colección de flautas y armónicas con casi 70 años, hasta otras de cámaras fotográficas, mecheros, ceniceros y pipas de fumar, máquinas de coser, bastones, huevos de porcelana, jarras de cervera, balanzas, platos de pared y juguetes de latón. También tiene una bodega en la que hay botellas con caldos de gran valor y otros que no lo tienen en absoluto. Pero, sin duda, el tesoro mejor guardado es el dedicado a los trenes en miniatura y toda clase de objetos relacionados con el ferrocarril, desde gorras de ferroviario a silbatos. Garriga tiene 250 trenes y en la buhardilla de una de sus casas ha montado una gran maqueta con vías y estaciones por las que los puede hacer circular. Es lo que más curiosidad genera y la que más enseña a los que solicitan ver su museo privado. Uno de los edificios de la maqueta es una reproducción de una de las fábricas en las que trabajó. También está la reproducción de la antigua estación de Lleida, de la que está más orgulloso. “Se que es un trabajo mantenerlo, pero todavía puedo dedicarme a ello. De hecho, yo soy el que se encarga de quitar el polvo”.

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