Una ucraniana de Lleida explica su largo camino hasta el nivel C1 de catalán: “Me ha costado lágrimas, tiempo y dinero"
Anastasiya denuncia la falta de oferta formativa fuera de las grandes ciudades

Oliynyk va explicar a SEGRE la seua experiència per aprendre català. - LAIA PEDRÓS
Ocho años, trece profesores, mil horas de estudio, 8.710 kilómetros y 2.600 euros invertidos. Este es el balance personal de Anastasiya Oliynyk Kabachynska, una ucraniana residente en Tàrrega que finalmente ha conseguido el nivel C1 de catalán después de un largo camino lleno de obstáculos. Su historia es un testimonio de perseverancia, pero también una denuncia de las dificultades que todavía encuentran a muchos recién llegados para aprender la lengua fuera de las grandes ciudades.
Anastasiya llegó a Tàrrega hace ocho años con su marido, natural de la capital del Urgell. Con una licenciatura en Ciencias Jurídicas y una década de trayectoria profesional a las Naciones Unidas, ya se defendía en castellano antes de venir. Sin embargo, para sentirse totalmente integrada, sabía que había que dominar el catalán.
Los primeros pasos fueron ilusionantes, pero pronto chocó con una realidad inesperada: en Tàrrega, con casi 20.000 habitantes, es más fácil encontrar clases de inglés o alemán que cursos avanzados de catalán. Después de completar el nivel A2 con el Consorci per a la Normalizació Lingüística, el recorrido presencial se acababa. “si quería continuar, tenía que ir hasta Igualada o Lleida, pero eso implicaba casi 50 kilómetros de trayecto”. Uno de esos cursos ni siquiera lo pudo terminar porque faltaba un alumno para llegar al mínimo de diez inscritos.
Les interrupciones por motivos familiares, la pandemia de la covid y, más tarde, la guerra en Ucrania —durante la cual ayudó a gestionar la acogida de trece refugiados— ralentizaron todavía más el proceso. “Una pausa me supuso tres años más de trabajo para alcanzar el C1”, afirma.
Intentó seguir cursos en línea, pero el resultado tampoco fue fácil. “Trabajaba y tenía responsabilidades familiares, y además, los cursos virtuales no me ayudaban lo suficiente.” También recuerda con frustración algunos exámenes suspendidos por pocos puntos o profesores que no ponían interés.
Pero también ha habido profesores que le cambiaron el rumbo. Destaca los nombres de Teresa, Mònica, Sònia y Tomàs. Con el apoyo de estos docentes, Anastasiya tomó la decisión más arriesgada: dejar el trabajo para dedicarse completamente a estudiar a la Escuela Oficial de Idiomas de Tàrrega. “viví de los ahorros durante meses. Fue ahora o nunca”. Aquel esfuerzo dio su fruto: aprobó el nivel C1, tanto a través del CPNL como de la Generalitat. A pesar de eso, el examen de C2 se le resistió por sólo 0,38 puntos. “reí para no llorar, pero ya sé que llegaré. Lo importante es que ahora puedo vivir en catalán”, destaca.
Ahora su meta ha cambiado. Quiere ayudar a otros ucranianos que empiezan a aprender la lengua y les insiste en que “la clave es la constancia”. A pesar del gran esfuerzo, afirma que “ha valido la pena aprender catalán por el humor increíble de los catalanes y para abrir sus grandes corazones”.
 
         
         
        