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© Gonzalvo, abraçat al capitan Ángel Oliva, al derrotar l'Almeria.
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SEGREEl 7 de junio de 1987 la Unió Esportiva Lleida ponía punto y final a 20 años de ausencia en la Segunda división, concretamente desde que en la temporada 1967-68 una drástica reestructuración le descendiera a Tercera, de donde no saldría hasta que otra remodelación le convirtiera en equipo fundacional de la Segunda B, en la 76-77.
Cuando Jordi Gonzalvo (Barcelona, 13 de junio de 1947) llegó al banquillo de la UE Lleida, se encontró con un equipo agobiado por sus problemas económicos, con un presidente, Antonio Gausí, que lo dejaría a mediados de la temporada siguiente y una afición desencantada y alejada del Camp d’Esports. Desde el ya casi olvidado ascenso a Segunda en la temporada 1964-65 todo habían sido contratiempos, con un descenso a Tercera (67-68), otro a Preferente (69-70), el retorno a Tercera (70-71) y un ascenso, también por reestructuración a la recién creada Segunda B (76-77), de la que no conseguía salir. Además, esa temporada se anunciaba una nueva reestructuración (de los dos grupos se pasaba a uno), que amenazaba al Lleida con el regreso a Tercera.
Afortunadamente, en ese curso el Lleida acabó cuarto, con buen fútbol y una excelente campaña en la Copa.Eliminó al Barcelona At., Sant Andreu y Rayo Vallecano de Segunda; Deportivo de Primera y en octavos tocó el FC Barcelona.
Dieciocho millones de recaudación –de las antiguas pesetas– en la ida (0-1 con gol desde el centro del campo del Boquerón Esteban) y 0-0 en el Camp Nou con un equipo plagado de canteranos. Gonzalvo lo justificó asi, al cabo de los años, “si bien es cierto que la Copa fue clave para que las gradas del Camp d’Esports volviesen a llenarse, nos suponía un enorme esfuerzo y desgaste en un año en que la clave era salvar la categoría como fuese. Y, lo que son las cosas, estuvimos a un paso de eliminar al Barça y plantarnos en cuartos”.
Así las cosas, Gonzalvo inició su segunda temporada al frente del Lleida con un equipo compensado en el que se mezclaba veteranía y juventud, y una destacada presencia de jugadores leridanos como Alió, Rubio, David Capdevila, Hernández, García, Fauría, Espasa, Palau, Vidal, Emili Vicente e Isidre Tarrés, que regresaba a casa. Junto a ellos estaba el ‘clan navarro’, fruto de las excelentes relaciones entre Osasuna y el Lleida. Figuraban jugadores de peso como Lecumberri, Luengo, Dioni, Sarabia, Marcelino, Azkona y “Chupete” Glaría, que resultaria clave en el ascenso.
Gonzalvo, desde el principio, apostó por un 4-4-2, con el centro del campo en rombo, y con un equipo más o menos fijo: Arumí en la porteria (alternándose con Amigó ); defensa de cuatro con Rubio, Oliva, Maza y Lecumberri. En el centro del campo figuraban, Luengo, Palau, Sánchez-Planelles y Glaría, como media punta y delante, Sarabia o Alcelay y Mariano Azkona, uno de los grandes goleadores de la historia del Lleida.
“La clave del ascenso –recuerda ahora Gonzalvo–, fue que el equipo se lo creyó. Entendió que era capaz de subir a Segunda A y resultaba difícil ganarnos. Y de manera paralela tampoco nos obsesionamos nunca con la clasificación. Intenté mentalizarlos de que el éxito se conseguiría solo si se disfrutaba en el campo, con buen fútbol. Y creo que se consiguió”.
También ayudo que en la Copa del Rey, el equipo, esta vez y a diferencia de la temporada anterior, tuvo una trayectoria fugaz al ser eliminado, a partido único, en primera ronda por el Barça At. (2-3).
El Lleida comenzó la Liga con un triunfo en el campo del Linense (0-1) y se perfiló como favorito ganando en el debut en el Camp d’Esports a un Tenerife (1-0) que acabaría primero el campeonato. Luego perdió en Gandía (1-0) para encarrilar una racha de cinco partidos seguidos sin perder (en la jornada novena cayó en Orense, 1-0) lo que dejó al equipo ya en la zona alta de la clasificación, que ya no abandonaría gracias a cuatro bloques más de cinco partidos sin perder y el empujón final, diez encuentros imbatidos.
Una de las claves de la Liga ocurrió el 1 de febrero en el Heliodoro Rodríguez López de Tenerife, en el segundo partido de la segunda vuelta. El Lleida arrancó un empate (0-0) en un partido bronco que acabó con las expulsiones de Gonzalvo, Oliva y Arumí, con los cambios ya realizados, y un penalti en contra en el minuto 90. Rubio se puso bajo los palos y detuvo el lanzamiento a Julio Pérez, la estrella local. “Miguel –explica Gonzalvo–, había jugado como portero de balonmano y de ahí la decisión de ponerle a él”.
El ascenso se logró de manera matemática en el último partido de la temporada en casa, con victoria por 2-0 sobre el Almeria, con goles de Sarabia (15’ y 83’).
Tras años de sombras, la UE Lleida iniciaba así una etapa dorada que aportaría muchas alegrías a la afición. Con Mario Duran, más tarde llegó Mané y el ascenso a Primera (se han cumplido 25 años). Pero esa ya es otra historia.