«Somos la generación más infeliz de toda la historia de la humanidad»

Su último libro se llama ‘Ser feliz en Alaska’. ¿Tenemos que irnos tan lejos para ser felices?

(Risas) No. En realidad intenta explicar uno de los puntos fundamentales de la psicología cognitiva, que es que podemos ser felices en cualquier lugar y situación. A no ser que nos digamos lo contrario, que es algo que ocurre a menudo.

¿Por qué cuesta tanto ser feliz?

Porque tenemos una patología de base, la ‘necesititis’, que es la enfermedad del siglo XXI. Es la creencia de que necesitamos mucho para estar bien. Solo hay que comparar las autoexigencias del hombre actual con las de nuestros abuelos. Es brutal. Hoy, para ser una persona mínimamente ‘decente’, necesitas tener estudios, pareja y una casa bonita y ordenada, haber viajado, ser elegante, tener muchos amigos, ser extrovertido, estar informado, ser delgado, etc… El hombre no está hecho para estas superexigencias. Nuestros abuelos no necesitaban nada de esto.

¿Somos una de las generaciones más infelices de la historia?

Sí. Los psicólogos recogemos el índice de depresión y ansiedad todos los años y no para de crecer. Hace 25 años cuando yo empecé a estudiar estaba en un 10% y a los profesores ya les parecía muy alto. Hoy es un 30% y sigue subiendo. Sin duda, somos la generación de la historia de la humanidad más infeliz.

¿Por qué si la teoría de que no necesitamos tantas cosas materiales realmente la sabemos?

El problema es que podemos saberlo superficialmente, pero no en profundidad y así no funciona. No es cierto que la gente sepa de verdad que con todo aquello no va a ser feliz.

¿Existe la receta de la felicidad?

Existe una receta mágica que es la renuncia. Esta es la vía más rápida hacia el bienestar emocional. Por ejemplo, si te deja tu pareja esta noche, tú tienes que renunciar dándote cuenta de que nunca has necesitado pareja para ser feliz porque hay miles de cosas maravillosas que puedes hacer en la vida. Pero cuidado, no solo renunciar a cosas materiales, también inmateriales. Por ejemplo, renunciar al respeto. No necesito que me respete la gente porque es un bien que no hace para ser feliz.

¿Habla de renunciar a todo lo que se supone que nos hace felices?

Nos hace felices pensar correctamente, no quejarse y aprovechar las opciones. El resto no.

¿Seremos capaces de revertir esta situación de infelicidad?

En mi opinión no. El ser humano, probablemente, acabará con el planeta y con su salud mental, por superexigencia también. Pero no me preocupa porque algún día se tenía que acabar. La fuerza de la locura colectiva es demasiado fuerte para pararlo.

Nos está quedando una entrevista muy agorera... ¿Habrá algo positivo en todo esto no?

¡Si! Y es que nos podremos salvar individualmente, aunque no colectivamente. Pero es que esto tampoco es triste porque todo se acaba, también el universo, que un día eclosionará.

En su libro habla de un método.

Consiste en revisar nuestro diálogo interno cada vez que tengas una perturbación. Por ejemplo, si alguien te dice algo desagradable en el trabajo y te ofende, tienes que preguntarte por qué te ofende una cosa tan pequeña y trabajar para que la próxima vez no te moleste una chorrada como esa.

Vino a Lleida a presentar su libro y a dar una ‘masterclass’ sobre cómo ser feliz en el trabajo. Si nos cuesta serlo fuera, no sé si en el trabajo ya es misión imposible.

Al revés. Tendría que ser superfácil. En la época de nuestros abuelos o padres la gente era mucho más feliz en el trabajo. El problema es que ahora la gente no se da la oportunidad de serlo. Lo llama curro, que es una palabra muy fea, y no está orgulloso de su empleo ni se abre a disfrutar de él. El único que pierdes eres tu porque te amargas y no rindes.