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¿Y qué hará Ciudadanos?

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Casado ya es el nuevo presidente del PP, pero solo ha conseguido la victoria en el Congreso del Partido Popular. Es mucho, pero es solo el inicio. Ya importa poco si es el heredero de Aznar, que no lo cree ni el propio Aznar, ni el enterrador de Rajoy, que tampoco, porque Rajoy se fue solo. En los partidos, cuando muere un líder todopoderoso –todos lo son, aunque sea un vicio profundo de la democracia partidista– su autoridad se disuelve como un azucarillo. Y ninguno vuelve. Tampoco importa si hay regresión o vuelta a los principios. Hay un cambio real. Cada día los partidos son menos monolíticos y más adaptables a la realidad. Que se lo pregunten a Sánchez, a sus promesas antes de ser presidente y a los hechos cuando ya lo es. Con una excepción, los nacionalistas o los regímenes comunistas, aunque incluso Cuba haya eliminado el término comunismo de sus nuevos postulados. Los nacionalistas y los comunistas son monolíticos y excluyentes.

La democracia es otra cosa. Ahora empieza la hora de la verdad para Casado, pero no solo para él. Dice Maquiavelo en El príncipe que “en el principado nuevo nace la dificultad”, una dificultad natural, “ésta es que los hombres cambian contentos de señor creyendo mejorar”, aunque, dice Maquiavelo, casi siempre sucede lo contrario. No creo que sea el caso del PP, porque la situación era insostenible y hacía falta savia nueva para motivar a los votantes. Sáenz de Santamaría posiblemente tenía una mejor preparación, pero ahora de lo que se trata es de recomponer la moral de las tropas populares. Casado debe pensar bien lo que va a hacer. La reconstrucción del PP le puede llevar a la casi desaparición o, de nuevo, al poder. Lo veremos.

El asunto es qué hará ahora Ciudadanos. Reaccionar diciendo que el nuevo PP es el de la corrupción es más un síntoma de nerviosismo que una respuesta inteligente. Rivera y Casado se parecen mucho, aunque no piensen igual. Y si no cambian mucho las cosas, tendrán que ponerse de acuerdo para poder gobernar en un futuro cercano. Ninguno de los dos, por separado, pueden ganar a la izquierda y la izquierda lo sabe. Tendrán que reordenar su espacio, tendrán que marcar sus diferencias y hacer visibles sus fronteras. Pero España necesita un centroderecha fuerte, coherente y capaz de ofrecer una alternativa moderna e integradora.

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