El 2018 sigue empeñado en borrar a referentes. Puede que lo consiga físicamente pero jamás podrá hacerlos olvidar en nuestra memoria. La última en irse ha sido María Dolores Pradera (Madrid, 1926). Una gran dama en todos los sentidos: elegante y discreta y, sobre todo, con clase, mucha clase. Excelente actriz y mejor cantante con su gran y grave voz y su hipnotizante movimiento de manos. Muchos de sus temas son ya clásicos de la música latinoamericana aunque, si me permiten el atrevimiento, diré que mi favorita de su extenso repertorio era, y es, El corralero, la tonada compuesta por el chileno Sergio Sauvalle en 1963 y que ella cantaba como nadie acompañada de sus Gemelos, Santiago y Julián López Hernández. Pero, para el espectador con memoria, también la recordamos por su paso en TVE, un medio en el que se prodigó poco, como protagonista de unos cuantos capítulos de la serie Confidencias (1963-1965) de Jaime de Armiñán junto a Antonio Ferrandis; o en Primera fila (1962-1965), precursora del Estudio 1 en materia del teatro televisado.
