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Hoy hace un año

diputado del pp por lleida

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El bien más preciado de un ser humano es la vida. No sabemos ni cuándo ni cómo va a terminar la nuestra propia; puede ser de forma accidental o por una enfermedad, pero nunca debería ser por la acción criminal de otra persona. Por eso, nos rebelamos especialmente ante la brutalidad de un acto terrorista que en ningún caso tiene justificación.

Vienen estas reflexiones previas a raíz de que, hoy hace un año, 17 personas inocentes perdieron la vida en el salvaje atentado yihadista ocurrido en Barcelona y, al día siguiente, 18, en Cambrils. Eran seres inocentes, pasaban por ahí. Estuve entonces en Barcelona y me provocó una profunda indignación la bochornosa manipulación política de un acto que debía haber servido solo para condenar los atentados y apoyar a las víctimas y sus familias. No fue así. Las pancartas contra el Rey y contra el Presidente Rajoy, a los que se les acusaba de vender las armas con las que se había perpetrado la masacre me parecieron algo miserable.

Aquello parecía un ensayo de todo lo que iba a venir después. El intento de patrimonializar la memoria de las víctimas del atentado era el preludio del 6 y 7 de septiembre, del 11 y el 20 del mismo mes, del 1 de octubre y, así, hasta hoy. En este tiempo han ocurrido importantes acontecimientos: Elecciones Autonómicas que ganó el separatismo con el 47,5 por ciento de los votos pero que, en vez de gobernar, mantiene sus desafíos. Un Gobierno socialista que alcanzó el Poder mediante unos pactos tan miserables como de imposible cumplimiento y tan inclinado como siempre a las alianzas identitarias obstinado en una operación diálogo desmentida continuamente por un personaje que preside sólo para una parte de los catalanes y que, con sus incesantes insultos al Rey, en vez de debilitarlo, lo fortalece como símbolo de la Unidad de los que creemos en ella.

Y es que también se ha podido comprobar que el Prucés no puede superar la acción de una Justicia independiente, el rechazo de la Unión Europea, la respuesta de más de la mitad de los catalanes y la fortaleza de un Estado de Derecho en el que todas las Autoridades dejan de serlo cuando no cumplen las Leyes gracias a las que han alcanzado sus altas representaciones. Y, sobre todo, no podrá terminar con ese logro compartido que fue la Transición del 78.

Hoy, los que nos manifestamos con el Rey, con el Presidente del Gobierno, con nuestro Presidente Pablo Casado, con compañeros demócratas de nuestro partido y otras formaciones y con ciudadanos anónimos; lo hacemos en recuerdo de las víctimas, para apoyar a sus familiares y amigos y para condenar al terrorismo. Hoy; la República de las Sonrisas con su inefable President al frente, intenta apoderarse en exclusiva del 17-A, vuelve a enseñar su peor cara y no nos representa. Esa no es la verdadera cara de Catalunya.

La verdadera es otra. Porque más pronto que tarde, Barcelona va a recuperar la unidad con la que nos manifestamos contra los etarras que mataron a Ernest Lluch o la de San Sebastián cuando, con toda la ciudad a oscuras, compartíamos el dolor por el asesinato de Gregorio Ordóñez. O la expresada por el conjunto de la sociedad española tras el asesinato de Miguel Ángel Blanco, que puso en pie el espíritu de las manos blancas de Ermua. Porque lo propio de las sociedades libres y democráticas es no equivocarse de enemigo y, hoy aquí en Barcelona, como en París o en Londres, las víctimas son de todos y los auténticos enemigos son los que no respetan la vida de los demás.

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