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Un barco con 620 personas, entre las que hay 123 menores y siete embarazadas, que escapaban de la hambruna de sus países navega por el Mediterráneo sin que los países más próximos, Italia y Malta, accedan a acogerlos. El gobierno maltés se lava las manos diciendo que el rescate de los migrantes se ha producido en la zona libia y coordinado desde Roma por lo cual no tiene competencias y en Italia, esa extraña amalgama de los teóricos progresistas del M5Estrellas y la Liga Norte, rechaza acoger la nave en sus puertos con el peregrino argumento de que “decimos no al tráfico de seres humanos” y olvidando que son estos seres humanos los que pueden morir de hambre y sed cerca de sus costas porque ha decidido cerrar sus puertos. Afortunadamente, el gobierno español ha ofrecido el puerto de Valencia para que pueda atracar el barco y atender a los inmigrantes por entender que es una cuestión humanitaria al margen de fronteras marítimas y de cuestiones jurisdiccionales que han enfrentado a Malta e Italia. Hay que aplaudir el gesto solidario del nuevo gobierno de Pedro Sánchez y la colaboración de la Generalitat valenciana y el ayuntamiento de Valencia al tiempo que lamentar el egoísmo, la cerrazón y la falta de humanidad del ministro de Interior italiano, el xenófobo Salvini que presentaba como una victoria que el barco Aquarius se desviara hasta España pese a la escasez de recursos alimentarios para que puedan aguantar hasta el miércoles en que llegarían a Valencia. Pero el episodio también muestra la inoperancia de la Unión Europea a la hora de atender a refugiados e inmigrantes porque tanto Italia como Malta han incumplido la normativa aprobada y porque en algunos países de la Unión se están alentando políticas xenófobas que contradicen el espíritu de acogida y de atención humanitaria que inspiran la misma creación de la Europa comunitaria. En este sentido, el gobierno austriaco está alentando campañas contra la inmigración, Grecia ha endurecido las condiciones de acogida e Italia ha insistido en que su país no será el centro de refugiados de Europa, mientras los responsables de la UE estudian la posibilidad de trasladar inmigrantes y refugiados a centros de terceros países, sacudiéndose a golpe de talonario el problema humanitario. Hay un problema global y exige soluciones colectivas con la solidaridad de los países del Norte que miran a otro lado. Que no olviden que hablamos de personas.

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