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Llevamos nueve meses esperando que la llegada de una vacuna ponga fin a la pesadilla de la pandemia que ha arrasado el planeta, y cuando se anuncia un plan de vacunación después de que al menos tres laboratorios hayan explicado que están en la recta final de sus ensayos clínicos, en lugar de recibirla con esperanza y alivio, se multiplica el escepticismo, las reticencias sobre su aplicación, las críticas a su instrumentalización política y hasta recelos sobre su eficacia. Deben de formar parte de la idiosincrasia del país la desconfianza y el espíritu crítico para entender que un 53 por ciento de los españoles, según la última encuesta del CIS, se muestre reticente a la vacuna, y que en lugar de felicitarnos por la rapidez con que se ha investigado, nos escandalicemos de la utilización política que los gobiernos hacen del anuncio. Solo podemos esperar que la fuerza de los hechos disipe estos recelos, porque Sánchez ha hecho lo mismo que Merkel en Alemania: diseñar un plan para ir distribuyendo la vacuna en función de los riesgos que corren los ciudadanos, empezando por el personal sanitario y los mayores que están en residencias, para ir siguiendo gradualmente en distintas fases hasta que en el mes de mayo puedan estar vacunados diez millones de españoles, algo que ya garantizaría un primer control de la pandemia. Y al activo lobby de los antivacuna se están uniendo los que dudan de la eficacia de las que se están probando, explicando que solo hemos visto comunicados de los laboratorios; pero habría que explicarles que antes de suministrarlas a la población tendrán que pasar las pruebas de las agencias de medicamentos y el control de la Unión Europea, que es precisamente quien está comprando las dosis para tranquilidad de los que dudan del gobierno español. Además, hay convenios firmados con cuatro laboratorios, Pfizer, AstraZeneca, Sanofi y Johnson&Johnson, y negociaciones avanzadas con otras dos, Moderna y CureVac, con lo cual habrá vacunas suficientes, adaptadas a cada segmento de edad y gratuitas. Hará falta preparar la logística porque algunas necesitan frío y adaptar, como ha empezado a hacer Alemania, los centros para suministrar la vacuna, pero estamos ante una noticia esperanzadora que no debe levantar falsas euforias, pero tampoco puede ser despreciada por sistema. Tenemos pocas oportunidades de ser optimistas y, aunque puedan surgir problemas, las vacunas nos invitan a serlo.

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