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Vuelve la Fira de Lleida y es una excelente noticia para avanzar hacia la normalidad que nos había roto el maldito virus que nos ha tenido año y medio encerrados, con la salud en vilo y la actividad económica ralentizada, obligando a adaptarse como en la edición del año pasado a formatos digitales para mantener una feria más bien testimonial. Pero este año, la Fira de Sant Miquel vuelve con toda la fuerza posible, con presencialidad aunque haya que mantener medidas de seguridad como el control de aforos, las mascarillas o la distancia social, y lo que es importantísimo, una ocupación plena del espacio ferial, 54.000 metros cuadrados en los que se instalarán 290 expositores, 27 menos que en la última feria anterior a la pandemia en 2019 y que habrá que recuperar para posteriores ediciones. Es importantísima la positiva respuesta de las empresas del sector, pero también lo es la voluntad de normalizar el certamen que desde siempre ha sido tanto un motor de la economía, y especialmente la agricultura leridana, como un escaparate de su dinamismo y su pujanza.

Algo que este año tiene especial sentido, porque la pandemia ayudó a poner en valor la importancia de un sector agrario que se convirtió en baluarte y refugio en lo más duro del confinamiento, que supo mantener la actividad y garantizar el suministro y que demostró una vez más su imprescindibilidad en nuestra sociedad y su capacidad de adaptación por difíciles que sean los tiempos. Y es buena oportunidad la de este año para fomentar la simbiosis entre los valores tradicionales del sector y la apuesta innovadora y digital que todos hemos tenido que hacer para mejorar la producción y favorecer la comercialización y que puede ir desde los sensores que determinarán el riego según la humedad, a la trazabilidad de la fruta o la producción animal detectando su origen y evolución, pasando por la adaptación de cultivos y los avances para lograr una producción más eficiente. La innovación y la digitalización, junto con la tan obligada como irreversible internacionalización, serán los ejes de esta Fira que vuelve con más expectativas e ilusión que nunca, pero no olvidemos que el éxito de un certamen depende de que los expositores consigan presentar su producto al cliente y cerrar unas ventas que le hagan atractivo volver en la edición del año siguiente y para esto además de jornadas técnicas y superficie, se necesitan unas infraestructuras que en el caso leridano han quedado obsoletas y anticuadas.

Llevamos demasiado tiempo, más de diez años, escuchando que la Fira, y Municipalia que viene después, necesitan con urgencia un nuevo pabellón, mejores infraestructuras y menos espacios provisionales, pero la inversión sigue sin llegar y hay que insistir en que si queremos mantener a Lleida como segunda ciudad ferial de Catalunya, las mejoras son imprescindibles. Bona Fira..

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