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Escribía en mayo en estas páginas que el Acuerdo Transatlántico de comercio e inversiones (TTIP) entre EEUU y la UE podría embarrancar. Las negociaciones afrontaban presiones políticas y comerciales que dificultaban llevar a buen puerto el ambicioso proyecto de constituir una vasta área de libre comercio que sumaría dos bloques económicos de más de 800 millones de personas. Las 13ª y 14ª rondas celebradas en abril y julio se cerraron sin avances. Se trata de un complejo proceso que intenta conjugar las diferencias entre la economía europea muy regulada y la estadounidense, más liberalizada, competitiva e innovadora. Algo que requiere tiempo, persistencia y una clara voluntad política de las partes. Una 15ª ronda está prevista en EEUU a principios de octubre. Las posiciones siguen encontradas. Entre otros temas, los europeos reclaman un mejor acceso a los mercados públicos de EEUU. Los estadounidenses, penetrar en el protegido mercado agrícola europeo.

Hoy, el TTIP es torpedeado desde ambos lados del Atlántico pero aún sigue a flote. Y su futuro es muy incierto. El contexto político y socioeconómico se ha enrarecido en los últimos meses. Los fuertes vientos populistas y proteccionistas desatados en la UE y en EEUU, van golpeando la línea de flotación de un ambicioso proyecto que pretendía establecer un área libre de aranceles y de otras barreras que dificultan el comercio de manufacturas y agrícola así como armonizar las normas que rigen los flujos bilaterales de inversión y del comercio de servicios.

El TTIP afrontó una oposición de una parte significativa de la opinión pública europea que se quejaba con razón, de una falta de información o transparencia de las negociaciones iniciadas en 2013. La movilización de determinados partidos políticos, sindicatos y ONG, sobre todo en Francia y Alemania, obligó a la Comisión Europea a corregir en parte la opacidad existente. Una opinión pública con poca, parcial o mala información puede ser conducida por ciertos intereses que esconden posiciones, a menudo contrapuestas, tanto de las derechas como de las izquierdas. Y todo ocurre en una UE sumida en una profunda crisis de liderazgo político y de cohesión económica y social donde crecen los desafíos internos y externos: los inciertos efectos del brexit, la crisis de los refugiados, la amenaza terrorista del Estado Islámico, etc.El calendario electoral acabó frenando en seco el TTIP a las vísperas de unas transcendentales elecciones presidenciales en Francia y otras legislativas en Alemania, previstas en mayo y en septiembre de 2017. El pasado 28 de agosto, el vicecanciller y ministro de economía alemán, el socialdemócrata Sigmar Gabriel dio el TTIP por prácticamente fracasado. Fue inmediatamente desmentido por Angela Merkel, partidaria de que la Comisión Europea prosiga las negociaciones. Pero el último torpedo directo contra el TTIP ha sido lanzado por Francia. París pedirá a la Comisión Europea paralizarlas durante la próxima reunión de ministros de comercio exterior de la UE a finales de septiembre en Bratislava. El presidente François Hollande lo confirmó el 30 de agosto. Pero Bruselas se resistirá a enterrar el TTIP sin un mandato claro y expreso del Consejo europeo. La posición francesa no es secundada por Angela Merkel ni por Matteo Renzi y otros líderes europeos. Y la mayoría de los países Bálticos y de Europa Central y oriental apoyan el TTIP como medio para reforzar la alianza geopolítica y estratégica con EEUU, mucho más ante las crecientes tensiones políticas y económicas provocadas por la Rusia de Vladímir Putin. La falta de consenso entre París y Berlín en algunos temas clave de la agenda europea no augura nada bueno. Y coincide cuando Gran Bretaña se prepara para levar anclas para zarpar hacia fuera de la UE.Al otro lado del Atlántico, el TTIP también es cuestionado en plena campaña de las elecciones presidenciales del 8 de noviembre. Los acuerdos de libre cambio impulsados por Barack Obama se han convertido en un tema controvertido que afecta al Acuerdo Transpacífico (TPP) y al TTIP. Donald Trump abraza volver al proteccionismo comercial. Hillary Clinton sigue reticente al TTIP.En todo caso, parece que el TTIP quedará suspendido. La UE y EEUU no han sabido, o querido, llegar a un acuerdo equilibrado y beneficioso para ambas partes. Un fracaso que perjudicará más a la UE que a EEUU. Y que favorece la creciente penetración china en Occidente. El debate “político” se polarizó en demasía. Cabe insistir que los actuales desequilibrios económicos y sociales no se solucionan poniendo barreras a la libertad de comercio.

El problema básico: el control efectivo de la libre circulación de los grandes capitales de aquellas empresas multinacionales, occidentales o asiáticas, que se aprovechan de las ventajas fiscales ofrecidas por determinados países o paraísos fiscales. Algunos están dentro de la UE. Lo sabe muy bien el ex primer ministro luxemburgués Jean-Claude Juncker, ahora conduciendo la UE. Las ventajas fiscales concedidas por Irlanda a Apple son escandalosas en una UE donde crecen las desigualdades territoriales y sociales.

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