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COLABORACIÓN

Persiste una brecha Oeste-Este

Profesor de ESADE Law School

Persiste una brecha Oeste-Este

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Tras caer el muro de Berlín en 1989, los países del Este europeo aspiraban recortar pronto las diferencias económicas con el Oeste y apostaron por integrarse en la UE y la OTAN. Los cuatro países V4 del Grupo de Visegrado (República Checa, Hungría, Polonia y Eslovaquia) se adhirieron a la UE en 2004. También Eslovenia. Más tarde entraron Bulgaria y Rumanía en 2007 y Croacia en 2013. Y otros seis países de los Balcanes occidentales aspiran entrar. Europa central y oriental se benefició de unos cuantiosos fondos estructurales aportados por Bruselas que ayudaron a modernizar sus anquilosadas infraestructuras. También recibieron las elevadas remesas de sus centenares de miles de trabajadores emigrados hacia el oeste más desarrollado. Los V4 atrajeron grandes inversiones industriales de Alemania, su principal socio comercial. Tuvo lugar una cierta convergencia económica: la renta per cápita de Chequia alcanzó el 75% de los alemanes, seguidos de Eslovaquia (63%), Hungría y Polonia (57%). Pero el proceso, aunque positivo, no fue tan rápido como se esperaba. El primer contratiempo llegó con la crisis económica que irrumpió en 2008, solo cuatro años después de la entrada de los V4 en la UE y recién entrados Bulgaria y Rumanía. Y hoy, la convergencia podría ralentizarse aún más por la actual desaceleración económica que también afecta a Alemania. Y cuando la locomotora europea se frena, esta comercia e invierte menos. Y pueden descender las remesas de las diásporas y los fondos europeos de cohesión. Además, el Brexit privará a Bruselas de un contribuyente neto a las arcas comunitarias. De todos modos, las economías del centro y este siguen creciendo por encima de la media de la UE.

Pero algunos países considerados como ejemplos de transición democrática post-1989 hoy se muestran críticos con Bruselas tras llegar al poder gobiernos con tendencias “iliberales”. Es el caso de Hungría y Polonia. Persiste un problema de fondo: la disparidad de visiones sobre el futuro de Europa. Los países del este, que no lograron romper sus ataduras con la URSS hasta 1989, se resisten a ceder más soberanía a Bruselas y no quieren ver debilitadas sus identidades nacionales y culturales. Hoy vuelven a sentirse frágiles geopolíticamente con una OTAN en crisis, mientras la Rusia de Putin vuelve a irrumpir como una potencia coercitiva que ya intervino militarmente en Georgia (2008) y Ucrania (2014). Y, a partir de 2015, se sumó otro conflicto provocado por una crisis migratoria mal gestionada por las instituciones comunitarias. Los V4 rechazaron el reparto de cuotas de emigrantes no europeos procedentes de Asia o África, propuesto por Bruselas. Rechazan un modelo de sociedad multiétnica existente en países occidentales como Francia o Gran Bretaña. A diferencia de estos, los del este no tienen un pasado colonial. Además, penalizados por la emigración de sus trabajadores hacia el oeste, también sufren una falta de mano de obra, un vacío que ya cubren aceptando a emigrantes procedentes de otros países orientales que formaron parte de la antigua Yugoslavia y la URSS. Polonia recibe emigrantes ucranianos y Rumanía acoge a moldavos.

No existe

consenso dentro de la UE sobre una nueva ampliación hacia los Balcanes occidentales. Montenegro y Serbia ya iniciaron las negociaciones con Bruselas en 2012 y 2013

pero van al ralentí. Francia se opone a abrirlas con Albania y Macedonia del Norte. Bosnia-Herzegovina y Kosovo quedan aparcados. Jean-Claude Juncker calificó el veto de París como un error histórico que será aprovechado por Rusia y China para seguir incrementando su influencia en los Balcanes.

La UE se encuentra doblemente presionada: por EEUU, que va menguando los tradicionales nexos políticos (OTAN) y económicos con una UE, y por Rusia, que frena la integración europea y apoya las corrientes “iliberales” que debilitan las instituciones democráticas. Putin calificó el colapso de la URSS como una catástrofe geopolítica del Siglo XX. Hoy aspira a recuperar protagonismo internacional llenando algunos vacíos dejados por el repliegue internacional de EEUU. Y China sigue penetrando económicamente en Europa. Treinta años después de la caída del muro de Berlín, el continente europeo sigue con unas fracturas políticas y económicas que nublan el futuro de la UE. El motor franco-alemán no logra impulsar una mayor integración europea necesaria para afrontar los grandes retos geopolíticos y estratégicos. Las instituciones internacionales creadas tras la Segunda Guerra Mundial quedaron desfasadas. Rusia abandonó el comunismo pero no su vocación de potencia europea. La UE puede verse superada por China, cada vez más fuerte en el ámbito de las nuevas tecnologías del siglo XXI y más cerca gracias a las Nuevas Rutas de la Seda.

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