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El privilegio (y la carga) de ver más allá

(*) Consultora, investigadora y divulgadora de liderazgo organizacional y desarrollo del talento – CEO de TalensIA HR & Ingenio, Leadership school.

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Durante años he acompañado a líderes en su desarrollo personal y profesional utilizando para ello diferentes metodologías para su análisis conductual y competencial, DISC es una de ellas. Sin embargo, pocas veces he compartido lo que implica vivir desde un perfil como el mío: una combinación inusual de Dominancia muy alta, Influencia elevada, Conciencia firme y Estabilidad baja. Según estudios basados en más de 100.000 evaluaciones DISC, menos del 1% de las personas presenta esta configuración. No es solo una rareza estadística, sino una forma compleja y profunda de experimentar el mundo.

Una mente en tensión creativa constante pues mientras que la mayoría de los perfiles profesionales muestran una tendencia dominante clara, el mío no. El mío vive en tensión permanente entre múltiples exigencias internas entre avanzar rápido (D) vs. analizar con precisión (C), inspirar a otros (I) vs. cuestionar lo establecido (C) y entre lograr impacto (D) vs. buscar sentido (I+C).

Vivir así significa procesar, analizar y decidir a una velocidad poco común. Percibo contradicciones y patrones que otros tardan en notar. Intuyo emociones antes de que se expresen. Evalúo el impacto más allá del momento presente. Mi “D” me impulsa a avanzar con decisión; mi “I” me conecta con las personas; mi “C” exige calidad y rigor; y mi “S” baja me aleja de la inercia y la previsibilidad.

Esta combinación genera una tensión creativa interna constante. Liderar no es solo ejecutar, es sostener múltiples fuerzas y encontrar equilibrio entre ellas. La paradoja está en conectar con otros, incluso cuando sé que difícilmente lograrán comprenderme por completo. Mi esfuerzo por sintonizar con quienes me importan ha sido una constante en mi vida, tanto profesional como personal, sabiendo de antemano que esa comprensión plena rara vez será recíproca.

He aprendido que tener una alta capacidad cognitiva y emocional no garantiza la conexión, pero sí ofrece la fuerza para mantenerla. No es superioridad; es conciencia y responsabilidad. Porque, como me enseñó mi padre, “quien tiene un don, también tiene una responsabilidad”. Ese don no es un privilegio para destacar, sino una oportunidad para servir, para aportar valor a la sociedad. Este principio se ha convertido en mi brújula para crear contextos donde otros también puedan desarrollarse, crecer y encontrar sentido. Para dejar huella desde lo humano, no desde lo perfecto.

El reto ha sido enorme. El mundo suele premiar la especialización y la simplicidad, mientras que yo vivo en la complejidad y la multiplicidad. A veces, eso significa sentirme desconectada en medio del éxito, como si viera el tablero completo cuando otros solo ven piezas aisladas. Pero he elegido no aislarme. He elegido tender puentes, adaptarme sin perder mi esencia, y seguir abriendo espacios para el encuentro. Y eso es lo que he hecho toda mi vida: elegir comprender, incluso cuando no soy comprendida. Porque sé que si yo no doy ese paso… quizás nadie lo hará.

Este artículo es para quienes se sienten “demasiado” en un mundo que busca encasillar: para quienes piensan en capas, sienten en profundidad y deciden con rapidez. Para quienes, como yo, han hecho de la intensidad y la reflexión su modo de liderar y vivir.

Porque si este don no se usa para mejorar el mundo, entonces ¿para qué sirve?

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