Los hundidos y los salvados
El cineasta Michel Hazanavicius, que logró un tremendo éxito rememorando el blanco y negro del cine mudo con The Artist (2011), desde entonces ha ido buscando un estilo propio que no acaba de lograr. Ahora, con La mercancía más preciosa ha realizado una inmersión en el cine de animación utilizando la línea clara, sin alardes pero limpia, para contar una historia de vida y, a su vez, de tragedia recordando el holocausto a través de un cuento escrito por Jean-Claude Grumberg, guionista en varias películas de Costa-Gavras como Amén, El capital o Arcadia.
La historia nos remite a un paraje nevado y gélido en el que una mujer que recoge leña le pide a Dios que uno de los muchos trenes que cruzan el blanquecino invierno deje caer algo de comida en tiempos de guerra, penurias y escasez.
Pero lo que cae de uno de los vagones es un bebé lanzado por un padre que adivina lo que le espera a él y a su familia camino de Auschwitz. La pobre mujer llevará a casa a la criatura y, en un principio, recibirá el rechazo del marido, un rudo leñador con actitud de carecer de sentimientos, pero que demostrará que todo es fachada y falsas creencias.
La mercancía más preciosa es una historia de supervivencia, pero también de muerte y desolación. El tono es triste y conmueve porque incluso en la luz existe un halo de oscuridad, de un mundo amenazante e ignorante con ideas que pudren el alma del ser humano. Asimismo, la película va alternando las miserias de una gente sencilla que defiende a una niña que trajo el frío con la historia de lo que sucedió con aquella familia destruida en Auschwitz, y de ese padre que sufrió lo indecible hasta su liberación por los rusos. También hay un dramático reencuentro entre el padre biológico y una niña cuya madre adoptiva lo dio todo por ella. Después, el paso del tiempo hace que todo perdure en la memoria, el recuerdo de aquello que pudo ser y no fue, una familia que la maldad del hombre separó y eliminó de la faz de la tierra como sucedió con muchas otras.
Conocer esta historia duele pese a ser un intento de elogio al amor, y decir también que esta película es necesaria porque te remueve por dentro, porque como antes, la gente muere de un modo inmisericorde hoy día, cada día.
Sobre lo miserable y cruel ya escribió Imre Kertész en Sin destino o Primo Levi con Si esto es un hombre, y una frase de Los hundidos y los salvados –también de Levi–, tristemente resuena de nuevo con la misma fuerza para demostrar que no hemos aprendido nada: “No es lícito olvidar, no es lícito callar. Si nosotros callamos, ¿Quién hablará?”.