Toma el dinero y corre
Darren Aronofsky ha sido siempre un cineasta rarito, desde aquella intrigante Pi, fe en el caos (1998), obsesiva historia de ecuaciones matemáticas, pasando por Réquiem por un sueño (2000), historia de ambición en torno al mundo de las drogas y sus efectos mentales, y considerada hoy día una película de culto, hasta llegar a Cisne negro (2010), que cosechó un notable éxito o La ballena (2022), con resultados dispares.
Bala perdida sobresale por un reparto importante que completan Liev Schreiber y Vincent D’Onofrio, y la trama se mueve en una constante en el cine americano, el dinero de unos que van a parar a manos de otros, aquí a alguien que no tiene nada que ver con el asunto, alterando su miserable vida y que le va a causar muchos problemas, aunque el montante haga que valga la pena asumir riesgos.
Este es un trabajo que muestra un Nueva York de los noventa feo, con bares cutres y calles sucias y donde la trama deriva en descontrol y continuados cambios de situación. En Bala perdida, basada en la novela de Charlie Huston que también firma el guion, todos van tras el dinero y si algo une a esta jauría de perseguidores es que son en su conjunto unos descerebrados, violentos, sádicos y sin ningún escrúpulo a la hora de utilizar la violencia. Aronofsky nos abre un abanico de personajes bien singulares. Unos con apariencia de skins que hacen de las palizas que dan su sello de identidad, otros malévolos y crueles judíos ortodoxos, una policía corrupta sin reparos, y hasta un latino mafioso encarnado por Bad Bunny —sí, el popular cantante de reguetón-, junto con el amigo punk que lo lía todo, la chica con mala suerte, y en el centro de todo ese personaje traumatizado, de truncada carrera como jugador de béisbol, bebedor insaciable —otro detalle que distingue a este director, los perdedores como en El luchador (2008)-, al que le llegan hostias por todos los lados, pero como en cualquier película de acción que se precie dirá la última palabra. ¡Ah!, y un gato que chupa cámara como un actor más en este embrollado film que utiliza algunos golpes de humor negro más o menos acertados pero sin el gancho que imprimen las películas de Tarantino, los Coen o la última y brillante película de Paul Thomas Anderson Una batalla tras otra.
El resultado final es que distrae, que sin ser brillante ofrece algunos momentos que sí lo son, y que guarda más de una frase memorable, como la que le dice al protagonista una mujer sabia, familiar de la pareja de asesinos judíos: Si no sabes morder, no enseñes los dientes. Absolutamente incontestable.