¡Viva la música!

Qué extraño se me ha hecho este primer concierto en vivo tras el dichoso coronavirus... Acababa de ver Sorry We Missed You, último drama de ese maestro de la crónica social que es Ken Loach, dedicado esta vez a la explotación inmisericorde del sistema sobre los sufridos transportistas autónomos que trabajan para las grandes corporaciones de reparto a precio de calderilla y, con cierta pesadumbre, me planté en el Cafè del Teatre para ver en acción a otros sufridores profesionales. A saber, claro, los curritos de la cultura, la música en este caso, autónomos a expensas no solo de unas duras condiciones de trabajo estacional, sino, como acabamos de vivir todos por el cierre sanitario, también de la incertidumbre de una vuelta a la rutina determinada por necesidades de prevención extremas para no caer en rebrotes de consecuencias inciertas. El caso es que unas cosas u otras me hicieron ver el vaso medio lleno. Una sala con relativamente pocos asistentes y que, en situación normal, me hubiese parecido un fracaso artístico tanto para los oficiantes como para los organizadores, en este caso la vi maravillosamente exitosa. Por el arrojo del público de querer, pese a las limitaciones, volver a disfrutar de música en directo de verdad, sin aparatos ni conexiones de por medio, y por el ánimo de los artistas y de la organización por echarse al monte para devolvernos la alegría y el disfrute de la música, una de las cosas que más felices nos hacen. Vayan de mi parte esas cinco estrellas de valoración tan merecidas en lo artístico a Jordi Gasion y sus escuderos Txabi Ábrego y David Vall, pero que también para la animosa gente del Cafè y para el valiente público asistente, sin los cuales este tinglado no tendría sentido. ¡Viva la música!