SEGRE

Creado:

Actualizado:

CLÁSICA

Autores: Ravel, Lamote de Grignon, Mahler y Stravinski.

Intépretes: Orquestra de Barcelona i Nacional de Catalunya (OBC). Joseph Bastien, director.

Sala y fecha: Auditori de Lleida, 25 de febrero

★★★★✩

La OBC impresionó el domingo en el Auditori de Lleida con un Ravel y un Stravinski deslumbrantes. Inició el concierto con Ma mère l’oye del mejor orquestador de todos los tiempos, una obra que incorpora combinaciones de instrumentos muy alejados (celesta, flauta, contrafagot), que producen sonoridades literalmente inauditas, y sobresale en el uso de la escala de tonos que tantas puertas abriría después al jazz, con sonidos fríos sin apenas tensión entre ellos porque les distancia un tono entero. La OBC sonó como lo que es: la mejor orquesta del país y una de las mejores de Europa. Vino luego el Poema romàntic de Lamote de Grignon, una obra de factura wagneriana dificilísima para la orquesta, con combinaciones muy agresivas de flauta y requinto, un instrumento corto y descompensado con el que es muy difícil hacer todas las notas. La cosa salió regulín. Los vientos acabaron altos, algo comprensible porque en los forti hay que soplar mucho y las frecuencias son las que son, y la concertino decidió quedarse en la afinación correcta. ¿Tenía razón la concertino? Por supuesto, pero la orquesta es un trabajo de equipo y se habría agradecido que hubiera alcanzado a los vientos. Lo mejor en esta obra fue el primer viola. Siguieron unas canciones menores de Mahler fáciles para la orquesta y difíciles para el barítono. Josep-Ramon Olivé tosió en una canción y el director le preguntó si podía seguir. Lo hizo y estuvo magnífico. Cuando ves a un barítono contra 70 músicos te preguntas si se debería amplificar, pero un cantante lírico proyecta la voz de una manera incompatible con la amplificación. Por eso los boleros de los tres tenores eran horribles. Por el micro y porque no tenían ni idea de cómo se cantan. (Para disfrutar de un bolero como Dios manda, nunca mejor dicho, hay que ir al cielo y escucharlo a un gitano catalán de Gràcia llamado Moncho o a un genio cubano llamado Bola de Nieve. ¡Todos en pie!). El concierto se cerró con el festival de Stravinski. ¡Qué barbaridad! Al genio ruso la cuerda le parecía demasiado humana y cede el protagonismo de El pájaro de fuego a los vientos y a un uso percusivo de la orquesta, arpa incluida. Hay acordes disonantes pero no se pierde la tonalidad y la melodía se puede cantar. También hay ritmos binarios y ternarios que encajan y no encajan, pero no se pierde el centro de gravedad. Estuvieron perfectos el fagot y la trompa y dirigió con enorme clase Joseph Bastien. Nos fuimos a casa con una lección de Stravinski que cien años después aún no han entendido muchos pedantes. Aprended, Schönberg e hijos y nietos y biznietos: la música puede tener politonalidad, y polirritmia, y compases de amalgama, pero se tiene que poder silbar para no traicionar lo que es: una estilización del viento.

Titulars del dia

* camp requerit
Subscriu-te a la newsletter de SEGRE
tracking