Deleite máximo
El feliz encuentro entre el genio de la guitarra flamenca afincado en Catalunya Juan Gómez “Chicuelo” y el no menos espectacular pianista de jazz menorquín Marco Mezquida se produjo en 2016 para un nuevo proyecto común junto al eficaz y divertido percusionista Paco de Mode, estrenado en la Fira Mediterrània de Manresa y que acabó materializándose discográficamente en el soberbio álbum Conexión, de 2017. Esa es exactamente, y muy grande, la buenísima conexión que alcanzaron estos tres musicazos de excepción que transitaron con mucho éxito y gran impacto popular por unos interesantísimos caminos de fusión entre el jazz y el flamenco que, probablemente, no se veían desde los tiempos en activo del gran Paco de Lucía, tristemente desaparecido hace más o menos un decenio. Aunque Chicuelo observa una actividad profesional muy rica en experiencias musicales de índole diversa y se ha prodigado durante años, aparte de su trabajo constante y repetido cerca del cantaor Miguel Poveda, junto a otros valiosos artistas jazzísticos como Carles Benavent, Antonio Serrano, Carlos Caro, Raynald Colom, Carlos Sarduy o el malogrado Roger Blavia, probablemente con quien ha sacado lo mejor de sí mismo ha sido con Mezquida, prueba de ello han sido sus nuevos encuentros de 2019, No hay dos sin tres, y Del alma, de 2024, que se han concretado en sendos discos con material original y “nada de versiones”, como a ellos les gusta subrayar siempre que pueden y la cosa viene a cuento. Pues bien, en su reciente paso por el coquetón auditorio del CaixaForum Lleida con lleno hasta la bandera de un público muy habitual en la programación cultural de esta entidad, pero muy poco de otros eventos musicales y espacios ciudadanos, el trío al completo volvió a dejarnos claro a todos los aficionados presentes cuán grande es su pericia instrumental conjunta e individual, si esta se tercia, y su enorme talento melódico en la faceta de la composición donde parece no haber límites para ellos. La verdad, se nos hizo corta la hora y media generosa de actuación que los tres nos regalaron, basada en piezas de sus discos en común, que recrean flamenco, jazz, folklore y ritmos latinos, a dosis la mar de equilibradas, sobre todo el acuñado más recientemente, porque cuando se trata de una música como la suya, aparte de bella y variada, de tan altísimo octanaje interpretativo, el impacto emocional en el espectador suele ser demoledor e imperecedero. Si a ello sumamos la tarea pedagógica desarrollada por el pianista y el guitarrista, afanados en explicar al público el por qué de todo y su trabajo, la cosa se vuelve extraordinaria y el deleite, máximo. En fin, cuando se trata de hablar de creadores de tan notable capacidad artística, se nos acaban los adjetivos y lo único que deseamos en que el próximo encuentro con ellos se produzca lo más rápido posible. A fe que lo será, y más pronto de lo uno pueda pensar...