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En su último concierto en Lleida, enmarcado en la programación del Sant Miquel de Les Lletres junto a Meritxell Gené y Montse Castellà, Paul Alabajos, buen amigo de ambas, volvió a demostrar que la canción, cuando nace de la convicción y del compromiso, sigue siendo una herramienta de resistencia imbatible. Haciendo bueno aquel lema hermoso del gran Gabriel Celaya, “La poesía es un arma cargada de futuro”, en un formato sobrio e íntimo de voz y guitarra, el cantautor de Torrent recorrió buena parte de su trayectoria, hilando canciones acuñadas durante más de veinte años. Así, desde sus primeros trabajos, Alabajos se ha constituido como una de las voces más coherentes y combativas de la canción valenciana contemporánea y heredero activo de la Nova Cançó. Su estilo se nutre de la memoria y del espíritu de insumisos musicales célebres como Ovidi Montllor o Raimon, pero también, y de forma muy visible, de la poesía de su estimado y admirado Vicent Andrés Estellés, entre otros referentes literarios clarísimos. No en vano, ha musicalizado unos cuantos de sus poemas y ha reivindicado siempre su figura como un faro vital, moral y cultural. En este concierto, esa filiación estellesiana se hizo patente en la cadencia de las palabras, en la emoción contenida y en la manera de cantar como quien clama una verdad necesaria. El recital tuvo momentos de gran carga simbólica, con Alabajos evocando la figura de quienes, en tiempos de censura y represión, mantuvieron viva la llama de la lengua y la dignidad con medios humildes, como aquella imprentilla “vietnamita”, precaria pero valiente, que servía para multiplicar la palabra prohibida y trascenderla. En el Orfeó, con una auténtica “vietnamita” como atrezzo escénico, Alabajos encarnó, cantando, aquella urgencia y entrega con que otros imprimieron proclamas clandestinas y se jugaron la vida por ello. Entre la guitarra y la voz, desde la ternura a la rabia, disfrutamos de un repertorio que nos recordó que la música puede ser memoria y la poesía, una forma de justicia difícil de domar. Su interpretación, directa y sin artificios, transmitió cercanía y convicción, huyendo del aplauso fácil, y activando el diálogo con un público que comparte su necesidad de seguir diciendo, de seguir cantando. Además de su faceta musical, Alabajos nos recordó su interesante obra literaria propia, confirmando que su pacto de honor con el lenguaje va más allá de la canción, abordando la literatura desde varias vertientes. Su última publicación, el libro-disco Versos a la vietnamita. Antologia incompleta de la poesia catalana antifranquista, es el mejor ejemplo de todo lo apuntado y de que la palabra es un territorio de resistencia, un refugio y un arma. Su concierto, emocionante donde los haya, fue, en definitiva, un acto de afirmación cultural y de memoria. Paul Alabajos, con la herencia de Estellés a flor de piel y el espíritu de “la vietnamita” latiendo en cada acorde, nos recordó que la poesía, cantada o impresa, sigue siendo compromiso y una forma entregada y valiente de no rendirse.

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