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Poco antes del estallido de esta crisis que paralizó el país, el expresidente Zapatero declaraba sobre el acoso mediático y la resistencia ante la adversidad: “Yo soy duro y aguanto los ataques más agresivos, pero lo de Pedro Sánchez es superior, es de acero, y eso en política vale oro”.Sánchez será de acero, pero se vino abajo psicológicamente cuando le encontraron su punto sensible: los ataques a su esposa, Begoña Gómez, que resultó ser su fusible emocional. Protagonizó las más inesperadas recuperaciones, como cuando lo echaron de la secretaría general y salió aparentemente desahuciado; sí, aquel día en el que se escenificó en el PSOE la novela de Manuel Vázquez Montalbán “Asesinato en el Comité Central”; en aquel espectáculo penoso, a Susana Díaz, la baronesa andaluza, se le escuchó dictar una orden muy explícita: “Lo quiero muerto ya”. Pero sobrevivió.Capaz de recuperarse de aquella defenestración, de reconquistar el partido, de vencer en las primarias, de ganar la única moción de censura con éxito en España para desalojar a Mariano Rajoy del poder; capaz de ganar elecciones y de las alianzas más insospechadas y arriesgadas; de dirigir el país en el Covid; de impresionar en Europa por su agilidad al frente de la presidencia de la Unión y de tantas cosas más, se cayó inesperadamente del pedestal de la fortaleza cuando el fusible emocional se activó. Irene Lozano, redactora de sus libros “Manual de resistencia” y “Tierra firme”, debería preparar otra entrega editorial bien distinta sobre la personalidad del presidente más acrobático de la historia, después de Adolfo Suárez. Suárez deslumbraba por su fortaleza y su audacia, al límite de la temeridad, pero acabó dimitiendo y muy enfermo; acaso tras somatizar su sufrimiento, como estimaron algunos especialistas. Sánchez fue objetivo a derribar desde el primer minuto de su mandato y el calibre de los ataques sufridos parecía no importarle, hasta que alcanzó el plano emocional, que lo derrumbó. Su esposa, Begoña, resultó ser el punto de demolición, lo que confirma que era el secreto de su resistencia.Judicialmente, al menos por lo conocido hasta ahora, las acusaciones contra Begoña Gómez no tienen recorrido. Estéticamente, si acaso, habría elementos discutibles, como la famosa “carta de recomendación a una empresa” incluida en una lista de treinta entidades y personalidades. Prudencia, porque Begoña Gómez no es una “abajo firmante” más. En el plano judicial, con la admisión a trámite de una denuncia del sindicato Manos Limpias, nombre paradójico, el asunto durará todo lo que los jueces quieran. “Estamos viviendo en España dos guerrillas civiles superpuestas: la de las distintas facciones comunistas, entre Podemos y Sumar, y la del Gobierno Sánchez contra algunos aparatos del Estado”, analiza un alto funcionario en excedencia que ha hecho brillante carrera en una multinacional. El estallido ha conmocionado en Europa, donde aún se lamenta la dimisión del primer ministro portugués, el socialdemócrata Antonio Costa, acusado de un supuesto caso de corrupción que resultó ser un error de la Fiscalía. Ahora en Portugal gobierna la derecha. En todo el mundo, la crisis de Sánchez se trata en informativos y periódicos con imagen de debilidad. Sánchez sigue “con un punto y aparte; no punto y seguido”. Núñez Feijóo dice que “utilizó al Rey como actor secundario”. El exministro socialista Jordi Sevilla apunta: “Le faltó proponer al PP un pacto institucional contra la crispación y un código para limitar actividades de familiares de autoridades, incluidas las autonómicas.” Y el CIS asegura que el PSOE sube. Tremendas jornadas.

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