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El ayuntamiento de Barcelona formalizó ayer una decisión que hace meses se daba por hecha: su renuncia a presentar la candidatura para organizar los Juegos Olímpicos de Invierno después del informe de una comisión de estudio que concluye que no existe el consenso político necesario, ni tiempo para elaborar un proyecto ganador. Lo primero es evidente porque al actual equipo de gobierno municipal nunca le ha ilusionado el proyecto olímpico, pero lo segundo suena a excusa porque llevamos hablando de la candidatura a los Juegos de Invierno desde 2010 cuando lo planteó el entonces alcalde Jordi Hereu como forma de recuperar un sueño colectivo y el espíritu olímpico de la Barcelona del 92. Lo cierto es que, al margen de Hereu y de la paradoja que representaba organizar una Olimpiada de Invierno en una ciudad costera sin nieve y con clima mediterráneo, el proyecto siempre hizo más ilusión en las comarcas pirenaicas, especialmente las que podían beneficiarse de la proximidad de Barcelona, que en la misma capital. Nació después de que se plantearan candidaturas conjuntas con Aragón, con Aran y hasta con Andorra, e incluso hubo conversaciones entre los alcaldes de Zaragoza y Lleida, que al final quedaron aparcadas por el protagonismo de Barcelona, pero el relevo de Hereu por Trias propició un aplazamiento del proyecto hasta 2026, al que ahora el consistorio de Colau ha dado carpetazo. La intención era aprovechar el atractivo de Barcelona para conseguir la organización, mejorar infraestructuras y equipamientos de las comarcas pirenaicas y potenciar la marca Pirineos en todo el mundo como destino turístico. Pronto se vio que el proyecto se centraba más en Barcelona, como centro neurálgico y sede de deportes de hielo, y que las competiciones de esquí se centraban en la Cerdanya con instalaciones complementarias en el Alt Urgell, y paralelamente se ha ido perdiendo el interés de las posibles sedes por acoger los Juegos Olímpicos, tanto de invierno como de verano, que exigen inversiones multimillonarias con un retorno cada vez más complicado. Por esto, estamos hablando de una renuncia anunciada y sorprende que desde la Generalitat se anuncie con entusiasmo que recogen el reto para abanderar una nueva candidatura porque la organización se concede a ciudades y porque el Pirineo tiene más urgencias que montar una fiesta para los gerifaltes olímpicos y deportistas de élite.

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