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Apenas una semana después de los nombramientos, Pedro Sánchez tiene que afrontar su primera crisis de gobierno con la dimisión forzada de su ministro de Cultura, Màxim Huerta, tras conocerse su condena dictada en mayo de 2017 por fraude fiscal entre 2006 y 2008 al haber defraudado 218.000 euros a través de una sociedad. Fue el último ministro en ser nombrado y también el eslabón más débil, más famoso por sus apariciones en programas rosa que por su trayectoria cultural y con un currículum que no era comparable al de sus compañeros de gabinete y precedido por unos tuits que le mostraban como escasamente aficionado al Deporte, que formaba parte de su departamento, y hasta frívolo con la materia cultural o el cumplimiento con el fisco. Aunque en sus primeras declaraciones, Huerta insistió en que está al corriente de sus obligaciones fiscales, que no hubo mala fe en su actuación y que es víctima de un cambio de criterio de Hacienda, la difusión de unas declaraciones de Pedro Sánchez en 2015 en las que aseguraba que destituiría de inmediato a cualquier colaborador que utilizara una sociedad para pagar menos impuestos ha colocado a Huerta en la puerta de salida. No podía continuar en un gobierno que ha hecho bandera de la regeneración democrática un ministro condenado por fraude fiscal que no había informado a su presidente y Sánchez si quiere mantener su credibilidad tiene que ser fiel a sus declaraciones de hace tres años. La dimisión era la única salida si se quiere mantener el listón de la coherencia, aunque otros no lo hayan hecho, y a Màxim Huerta le toca el triste honor de ser el ministro más breve de la democracia, siete días. Mantener criterios La nueva ministra ha anunciado que derogará el impuesto al sol creado por el PP después de que solo 42 plantas se inscribieran en Lleida en el registro de instalaciones dedicadas a generar electricidad para sus propietarios. Los populares cuando llegaron al poder también recortaron las primas a las renovables que habían impulsado los socialistas y al final nos volverán locos si no unifican criterios.

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