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Con el inicio del curso educativo apuntábamos que la apertura de las escuelas era un paso fundamental, por complicado que fuera, para la normalización de la vida ciudadana en su batalla contra el coronavirus, y un signo de que se puede y se debe compatibilizar la actividad cotidiana con la prevención ante la pandemia, y tres semanas después de la vuelta a las aulas se puede avanzar que no ha habido más problemas en las escuelas que los generados en el resto de actividades. Como era previsible, se han registrado brotes que han obligado en las comarcas de Lleida a cerrar tres guarderías y algunas aulas, pero en general se ha superado el reto y el 98 por ciento de los alumnos catalanes ya van a clase presencial, y se ha recuperado cierta normalidad. Evidentemente, ha sido gracias a la comunidad educativa, que ha tomado las medidas pertinentes para crear grupos estables, establecer turnos y cumplir las medidas sanitarias, pese a las dificultades que entrañaba, la falta de infraestructuras y la persistente amenaza del virus, que como muestran las estadísticas sigue vigente y con tendencia al alza en algunas comunidades, pero no por la incidencia de la vida escolar. Pero esta evolución positiva hace más incomprensible el decreto del gobierno central anunciando ya al inicio de las clases que la repetición del curso volverá a ser excepcional, que no habrá un número límite de suspensos e incluso que será posible obtener el título de ESO y de Bachillerato con materias suspendidas. Aunque deja la decisión final y la regulación en manos de las autonomías, parece un anuncio precipitado, incoherente porque pueden producirse discriminaciones, y sobre todo antipedagógico, porque ya lanza al inicio del curso el mensaje de que se podrá pasar de curso al margen del esfuerzo que se haga, de lo que se haya aprendido y del nivel que se consiga. Puede ser que si no se controla la evolución de la pandemia haya que volver a aplicar estas medidas que ya se aprobaron para el curso pasado, pero es contradictorio que justo cuando se ha podido empezar el curso con toda la ilusión del mundo, desde el ministerio se lance el mensaje de que se podrá avanzar de nivel sea cual sea el resultado académico. Va contra el mismo espíritu de la enseñanza; algunas autonomías ya se han mostrado en contra de aplicar este criterio, y cabe esperar que la evolución de la pandemia permita que en las escuelas se mantenga el nivel de exigencia.

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