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Han sido unas elecciones diferentes, marcadas por la pandemia en la campaña, en las votaciones y hasta en el escrutinio, pero que no han alterado el mapa catalán y en la práctica han consolidado los dos bloques, con el cambio de que en esta ocasión el PSC ha sido el más votado recogiendo el testigo de Ciudadanos en la última legislatura, y que, entre los independentistas, ERC ha sido la formación más votada al aprovecharse del dos por ciento de votantes que ha perdido JxCat con respecto a las últimas elecciones, que es precisamente el porcentaje de votos que ha obtenido el PDeCAT, que finalmente se ha quedado sin representación. De entrada, hay que destacar que, pese a todos los problemas con la convocatoria, con los tribunales y con la pandemia, la jornada se pudo celebrar con normalidad, se constituyeron todas las mesas sin problemas pese a las alegaciones, se cumplieron los protocolos de seguridad y se hizo el escrutinio con celeridad.

Y aunque se dobló la abstención con respecto a las elecciones anteriores, es importante que la participación rebasó ampliamente el 50 por ciento y fue superior a la registrada en otros comicios celebrados durante la pandemia en otros países o autonomías. En cuanto a los resultados, el PSC es el partido más votado pero queda muy lejos de poder articular una mayoría de gobierno si no es reeditando los tripartitos de Montilla o Maragall, algo complicado, primero porque ERC firmó el acuerdo por el que se comprometía a no pactar con los socialistas y, en segundo lugar, porque su candidato, Pere Aragonès, es el candidato que tiene más posibilidades de ser investido si como parece previsible consigue el apoyo de JxCat y la CUP, que dobla resultados y vuelve a convertirse en árbitro de la situación.

Los socialistas han ganado en votos, pero el bloque independentista (ERC, JxCat y CUP) ha conseguido cuatro diputados más de los que tenía, alcanzando el récord histórico de 74, por lo que parece lógico que sea el candidato de la fuerza más votada de este bloque, Pere Aragonès, quien opte a la investidura y pueda formar gobierno si supera las diferencias con los que hasta ahora eran sus socios. Y es significativo que en los dos bloques, que mantienen sus porcentajes, ha habido un deslizamiento hacia la izquierda: entre los independentistas para beneficiar a ERC y CUP, y entre los constitucionalistas para dar la victoria al PSC con batacazo de Ciudadanos, que también ha perdido votos por la derecha para beneficiar a Vox, que entra con fuerza en el Parlament, donde el PP sigue retrocediendo hasta convertirse en una fuerza residual.

Por lo que respecta a Lleida, JxCat se mantiene como fuerza más votada pero pierde un 4 por ciento que se va al PDeCAT y le cuesta un diputado, mientras que ERC repite resultado, los socialistas se quedan los tres diputados que tenía Ciudadanos y consiguen representación la CUP y Vox. .

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