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Aunque todavía faltan unos meses para las elecciones municipales del próximo mes de mayo, la carrera por las alcaldías de Lleida, Catalunya y todo el Estado español ya ha arrancado y todos los partidos comienzan a difundir sus candidatos o candidatas, sus mensajes, subliminales o directos, para llegar a las urnas con posibilidades de triunfo. En Lleida, este fin de semana se ha despejado uno de los secretos a voces de los últimos meses. Impulsem, la plataforma de alcaldes de la órbita del PDeCAT que no se habían afiliado a Junts, por voluntad propia o porque literalmente les invitaron a irse, ha llegado a una acuerdo de no agresión e irá a las municipales en coalición bajo el mismo paraguas que el partido de Puigdemont.

Los resultados de las autonómicas, en que los postconvergentes perdieron la primera posición del mundo soberanista en favor de ERC, precisamente por los votos que logró la lista de Àngels Chacón, les empujan a esta alianza si no quieren dejar en manos de los republicanos la mayoría de los órganos de poder supramunicipales que se obtienen de los comicios locales, es decir, consells comarcals y Diputación. La alianza no nace fuerte porque existen varios alcaldes y concejales que aún están dolidos y no es descartable que algunos fichen por otras formaciones, como ERC o el PSC. También existe otra marca salida de la desmembración de la antigua CIU, que es la que lidera el alcalde de Mollerussa, Marc Solsona.

Este, junto a otros miembros de la antigua CDC, intenta, sin perder su cariz independentista, volver a las esencias de un partido más de centro, al estilo del que representaría el propio Xavier Trias, alcaldable de Junts en Barcelona. Esta atomización de la antigua Convergència favorece evidentemente a ERC y al PSC. Al primero porque ostenta la presidencia de la Generalitat y la diputación de Lleida, y este es un factor que en las urnas locales prima mucho, y al segundo porque el retroceso del procés y el descenso notable de Ciudadanos les garantizará votos, sobre todo en la capital del Segrià.

El fracaso de Cs en las urnas más próximas a los ciudadanos demuestra, una vez más, que no se puede construir una casa por el tejado y que las marcas sin estructura en pueblos y ciudades pequeñas tienen muy complicada su supervivencia política. De ahí que todos los partidos se jueguen mucho el próximo mayo, porque, tras estos comicios, vendrán las generales y quién sabe si también las autonómicas, si ERC no logra cerrar una entente o con el PSC o con Junts. En cuanto al PP, aunque su presencia en los ayuntamientos de Lleida y Catalunya es escasa, si quieren tener alguna posibilidad de arrebatar la Moncloa al PSOE es evidente que deberían mejorar sus resultados en Catalunya.

En cuanto al resto de partidos, tanto hacia la izquierda como a la derecha, sus posibilidades locales son menores pero pueden tener la llave de muchos gobiernos.

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