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La triste realidad del conflicto israelí-palestino

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Cuatro trabajadores humanitarios extranjeros y tres palestinos afiliados a la organización World Central Kitchen (WCK) fallecieron la noche del lunes en un ataque aéreo israelí en el centro de Gaza contra un convoy. La oenegé estadounidense, fundada por el chef español José Andrés, apuntó a Israel como autor del ataque, “a pesar de haber coordinado sus operaciones con el ejército israelí”, y señaló estar “devastada por la noticia”. En una inusual y rápida asunción de culpa, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, confirmó que fue un “ataque no intencionado” de las fuerzas israelíes. Resulta muy desolador que siete muertos hayan impactado más en la opinión pública internacional que los 33.000 que han fallecido desde el ataque terrorista de Hamás a civiles israelís y la brutal respuesta de Benjamín Netanyahu, arrasando Gaza y acabando con la vida de miles de niños y civiles palestinos en un genocidio sin precedentes en este anquilosado conflicto en Oriente Próximo. Porque si salvajes fueron los asesinatos de Hamás, probablemente para frenar la aproximación de Israel a Arabia Saudí a través de la mediación norteamericana, las masacres ordenadas por el actual gobierno israelí han ido mucho más allá. Y lo peor es que ningún organismo internacional tiene hoy por hoy autoridad para buscar una solución a corto plazo. El reconocimiento del estado palestino por el que clama el Gobierno español está lleno de buenas intenciones, pero es muy complicado de llevar a la práctica porque Cisjordania está incrustada dentro del actual estado de Israel y una partición territorial solo parece posible sobre el papel. Y EEUU, árbitro histórico internacional de decenas de conflictos, no pondrá en peligro su alianza con Israel por siete muertos más. Así de cruel y así de simple para el sonrojo de los derechos humanos más fundamentales que la ONU y su Consejo de Seguridad pueden repetir una y mil veces, mientras que quienes podrían actuar hacen oídos sordos. Duro de admitir, pero real como la vida misma. 

Autobús a Magraners

Políticos, urbanistas, medioambientalistas y todo tipo de expertos claman para alejar los coches del centro de las ciudades, con problemas de aparcamiento y de volumen de tráfico cada vez menos asumible. Y la realidad nos empuja por mil motivos hacia esta situación, que difícilmente es factible si no se dispone de aparcamientos disuasorios en las afueras de las poblaciones y, por supuesto y más importante, medios de transporte rápidos, cómodos y asequibles para los ciudadanos. El apeadero del polígono del tren de La Pobla es una buena iniciativa, como lo es desde ayer el autobús lanzadera directo de Magraners hasta la estación de tren

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