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Más de 5.100 alumnos catalanes, medio millar de ellos de las comarcas de Lleida, se examinaron el pasado sábado de las Pruebas de Aptitud Personal (PAP) para poder acceder a un grado de Educación. Constan de dos partes, una que evalúa las competencias comunicativas y el razonamiento crítico y la otra, la competencia lógico-matemática. La primera valora la capacidad de interpretar y comprender documentos escritos, saber sintetizar la información y la habilidad de expresar argumentos de manera clara por escrito de forma bien estructurada y utilizando las palabras adecuadas. La segunda hace lo propio con la capacidad de usar conocimientos matemáticos para resolver ejercicios y problemas y para analizar los resultados obtenidos de forma razonable. Para aprobarlas, hay que tener una media de al menos un 5 entre ambas, siempre que en ninguna de las dos la nota no sea inferior a 4. Este filtro previo para acceder a los grados de Educación, que se añade al de la selectividad, se implantó en 2017 con el objetivo de garantizar que los estudiantes que quieran cursar estas titulaciones, es decir, los futuros maestros, acrediten una base lingüística y matemática suficiente para que, a lo largo de la carrera, puedan adquirir las capacidades necesarias para ser buenos docentes, teniendo en cuenta que estos dos ámbitos son básicos para enseñar al alumnado en Infantil y Primaria. Todas las universidades catalanas que imparten grados de Educación exigían superar las PAP como requisito obligatorio para poder matricularse en ellos, pero en los dos últimos cursos las tres privadas –Ramon Llull, Internacional de Catalunya y la de Vic– han dejado de hacerlo. De esta forma, alumnos que las hayan suspendido pueden iniciar una titulación de Educación en ellas, aunque deberán superarlas a lo largo de la carrera. En su condición de privadas, son libres de hacerlo, pero llama la atención que adopten esta medida cuando el último informe PISA constata que el nivel de la educación en Catalunya está no solo muy por debajo de la media de los países de la OCDE, sino a la cola de España. Remontar esta situación pasa por muchas medidas, y una de ellas, y no la menor, es conseguir que haya buenos maestros. Para ello, es necesario trabajar para aumentar su prestigio social y mejorar sus condiciones económicas y, a la vez, garantizar que la formación de los docentes es adecuada y exigente. Hay que tener claras dos cosas: que las etapas de educación Infantil y Primaria constituyen la base del aprendizaje para todas las personas y que no todo el mundo vale para enseñar. Por eso no está de más que haya filtros que contribuyan a garantizar que los que quieran dedicarse a esta profesión tienen las capacidades indispensables para hacerlo, y dominar el lenguaje oral y escrito y las operaciones matemáticas esenciales son dos de ellas y deben exigirse ya de entrada.

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