SEGRE

Creado:

Actualizado:

Pendientes del cielo y muertos de frío pero, un año más, valió la pena. Hasta que la pandemia no nos robó el mes de abril no fuimos conscientes del todo de la absoluta maravilla que supone Sant Jordi. Dedicar un día al año a regalarnos libros y rosas dice mucho a nuestro favor. En Lleida, el epicentro de la fiesta volvió a ser la rambla Francesc Macià. Nada que objetar. El primer año se hizo por necesidad –restricciones sanitarias por la covid-19–, pero el éxito fue tan rotundo que la excepción se ha convertido en regla. Es verdad que el resto de la ciudad queda un poco al margen de la fiesta, pero la concentración de librerías y floristerías a lo largo del paseo ha sido un acierto. Más cómodo también para los escritores de kilómetro cero, que se multiplican para llegar a tiempo a todas las firmas programadas. Con la excepción de Carles Porta, que arrasa con Tor, foc encès, ellos no son mediáticos y pican mucha piedra para hacerse un lugar en la lista de los más vendidos, un ranking que este año se hará esperar. Las prisas hicieron que el año pasado se diera como ganadora de la jornada a Gemma Ruiz por Les nostres mares, si bien en el recuento oficial se impuso Xavier Bosch por 32 de març. Una anécdota. Fueron dos de los libros más solicitados. Y así se ha hecho constar este año: no se han dado a conocer los más vendidos, sino los más demandados por los lectores. No es la primera vez que se celebra un Sant Jordi sin rankings. Hay quien lo reivindica ante la creciente mercantilización de la fiesta. Pero no puede ignorarse que la diada mueve cifras millonarias y que en algunas librerías las ventas pueden suponer el 30% del total del año. En Lleida, un año más, los lectores de casa han tenido ventaja. Si el año pasado la gran sorpresa fue Sabó de casa, el debut literario de Montse Vendrell, este año El caso de las almendras garrapiñadas, del también novel Francesc Baena, ha puesto de manifiesto que no hay mejor promoción que el boca a boca. Siempre con la venia de Montse Sanjuan, que le ha dado un respiro a la sargento Anna Grimm para escribir La nosa, una novela ambientada en distintas poblaciones del llano de Lleida entre los años cuarenta y finales de los ochenta del siglo pasado. Hacerse un hueco entre gigantes como Joël Dicker o Gabriel García Márquez tiene mérito. El éxito de todos lo hacen posible, especialmente, las lectoras. Y es que las mujeres suponen el 69% de la población que lee. A tener en cuenta. Y no solo de libros vive Sant Jordi. Las rosas, pese al eterno intrusismo, son el otro 50% de la fiesta. Eso sí, con el permiso de los políticos. Como cada diada que coincide con periodo preelectoral, ayer, todos los partidos que se presentan a las elecciones del 12 de mayo montaron sus paradas. Otra cosa es que la promoción de la lengua y de la producción editorial catalana tenga algún peso en sus respectivos programas electorales.

Titulars del dia

* camp requerit
Subscriu-te a la newsletter de SEGRE
tracking